martes, 29 de septiembre de 2015

La pintura y la escultura barroca en Europa

Como ya vimos, durante el siglo XVII, la arquitectura europea experimentó un importante desarrollo desde la innovación. Se pierde, en gran medida, el "sabor clásico" que caracterizó al Renacimiento y, como contraposición, se adopta una actitud más "libre" ante las artes plásticas. Quizá, en este punto, resulte exagerado insistir en la tan manida "locura del Barroco", puesto que, a pesar de todo, en este momento encontramos claras reminiscencias de las épocas precedentes. Lógicamente, estas reflexiones son plenamente válidas para la totalidad de las manifestaciones artísticas.

La idealización renacentista es abandonada durante los siglos del Barroco y la representación de todos los aspectos de la vida con una veracidad, en ocasiones extrema, se convierte en el objetivo prioritario del arte. Una de las expresiones artísticas que más trascendencia va a tener en el desarrollo de todas las artes es el teatro, ya que las escenas que se pintan, tanto religiosas como profanas, parecen grandes obras teatrales interpretadas frecuentemente por personajes populares.

Caravaggio: Baco. Galería de los Uffizi. Florencia


1. LA ESCULTURA BARROCA EN EUROPA

1.1. Escultura barroca en Italia: Bernini

Gianlorenzo Bernini (1598-1680) es uno de los más importantes exponentes de la escultura barroca en Italia. Sus primeras obras datan de los años 1615-1617 y en ellas se nos revela como un buen escultor influido por el Manierismo.

Una de las primeras obras que demuestran una cierta madurez artística es Eneas y Anquises para el cardenal Scipión Borghese. Aquí los elementos manieristas están más acentuados que en ninguna de sus obras anteriores. Emplea la línea serpentinata, que tanto gustaba a los escultores manieristas, con la que obtiene una acusada sensación de inestabilidad.

Después ejecuta Neptuno y Tritón, a la que seguirán El rapto de Proserpina, David y Apolo y Dafne. En esta última se capta el momento exacto en que la suave piel de la ninfa comienza a convertirse en la rugosa y áspera corteza del árbol de laurel.

Bernini: El rapto de Proserpina. Galería Borghese. Roma

La evolución artística de Bernini se produce con una rapidez asombrosa. Se sabe que conocía y había estudiado en profundidad la escultura helenística, al cual tuvo un peso decisivo en su obra.

En las tres esculturas que hemos mencionado se da la misma característica: todas ellas representan el momento culminante, central en el desarrollo de una acción. En 1624 realiza Santa Bibiana y mucho más tarde, la que es su obra más conocida: El éxtasis de santa Teresa, en la Capilla de Cornaro de la iglesia Santa Maria della Vittoria, en Roma y que posee muchos elementos en común con La beata Ludovica Abertoni en la iglesia de San Francesco a Ripa, Roma. En ambos casos nos hallamos ante la representación de un éxtasis místico.

Bernini: La beata Ludovica Albertoni. San Francesco a Ripa. Roma

En El éxtasis místico de santa Teresa se sirve de la luz natural para sugerir la presencia divina. La santa está teniendo una visión de carácter sobrenatural ante la cual cae en éxtasis. Su cuerpo se desploma sobre una nube mientras que un serafín se dispone a traspasar su pecho con una flecha, símbolo de la unión mística entre Dios y la santa.

Bernini: El éxtasis de santa Teresa. Capilla Cornaro. Roma

El peso del cuerpo de santa Teresa contrasta con la ingravidez de los paños con que está vestida. A los lados de esta escena aparecen representados los miembros de la familia Cornaro que presencian este insólito hecho de carácter sobrenatural.

También se encargó de la Cátedra de San Pedro, bajo el baldaquino. Se ocupó de la ejecución de algunas fuentes romanas: la fuente del Tritón, en la Plaza Barberini, y la fuente de los Cuatro Ríos, en la plaza Navona.

Sobresalió en el campo del retrato como podemos apreciar en los retratos del cardenal Scipione Borghese y Constanza Buonarelli. Los sepulcros del papa Urbano VIII y de Alejandro VII tendrán una gran influencia sobre el modelo de sepulcro que se hará posteriormente.

Uno de los aspectos fundamentales en toda la obra de Bernini, pero especialmente de sus esculturas, es su fuerte sentido de la teatralidad que le lleva a unir todas las artes.

Sus esculturas, y El éxtasis de santa Teresa es un buen ejemplo de ello, se funden íntimamente con las arquitecturas que desempeñan el papel de grandes escenografías.


1.2. Otros escultores barrocos italianos: Algardi y Duquesnoy

Alessandro Algardi (1598-1654) fue, junto con Bernini, el escultor más popular en Italia durante el siglo XVII. El estilo de Algardi es bastante clásico y se puede poner en relación con el Clasicismo pictórico de los Carracci. Fue un gran conocedor y admirador de la escultura de Bernini. Entre otras cosas, demostró ser un espléndido retratista, minucioso y detallista. Algunos de sus más bellos retratos son los del cardenal Laudivio Zacchia y de Camilo Pamphili, de intensa penetración psicológica. A los cuarenta años recibe el primer gran encargo de su vida, la tumba de León XI, que está íntegramente realizada en mármol blanco de Carrara. La disposición de las figuras es piramidal. En el centro, sobre el sarcófago, el papa aparece bendiciendo y, a los lados, dos alegorías. En 1646 inicia un relieve en el que podemos admirar la escena del encuentro de León I y Atila. En el año 1641 realiza una de sus obras más importantes: La decapitación de san Pablo.

Francesco Duquesnoy (1597-1643) era de origen flamenco e hijo de un importante escultor. Es un artista marcado profundamente por el Clasicismo dentro del que se desarrolló su obra. Conoció a Poussin y convivió con él durante la estancia de éste en Roma. Fue elegido para realizar una de las cuatro estatuas que iban a decorar el Baldaquino de San Pedro: San Andrés. En este caso, el tratamiento de la anatomía y de los paños es absolutamente clásico.


1.3. Escultura barroca en Francia

La escultura francesa a lo largo del siglo XVI estuvo influida por el Manierismo y, para ser más concretos, por la obra de Jean Goujon. Además de la importancia que en ella tenía lo clásico, debemos apuntar como otro rasgo esencial el predominio de los temas mitológicos y de lo cortesano. Pese a que muchos de los artistas se formasen y pasasen largas temporadas en Italia, el estilo personal de Bernini no tuvo demasiado poder sobre ellos, en realidad están más cerca del de Algardi. Sólo Pierre Puget (1622-1694) reflejó en sus creaciones la influencia de la obra de Bernini, tal y como demuestra el Milón de Crotona que se encuentra en el Louvre y que, anteriormente, estuvo en los jardines del palacio de Versalles. Representa un atleta cuya mano quedó atrapada en un árbol, por lo que murió devorado por un león. En ella rechaza el equilibrio de lo clásico en favor de la expresividad y el dramatismo que tan presentes estuvieron en la obra de Bernini. No tenemos más que pensar en el rostro del David de este mismo autor, deformado y distorsionado por el esfuerzo. Jacques Sarracin (1588-1660) fue un gran autor de tumbas y de esculturas destinadas a ornamentar edificios. Durante el reinado de Luis XIV se decoraron muchos de los grandes palacios que había mandado construir, como el palacio de Versalles. Este proyecto fue llevado a cabo por François Girardon (1628-1715) que hizo muchas de las esculturas que decoran los jardines del palacio. La más célebre de todas ellas es la de Apolo y las ninfas. Su Clasicismo, según sugiere Germain Bazin, seguía el estilo de Fidias. Antoine Coysevox (1640-1720) era más creativo e independiente desde el punto de vista artístico que Girardon pero, al igual que él, estaba influido por el mundo clásico. Conocía muy bien las teorías de Le Brun acerca de la expresión tal y como quedó reflejado en sus retratos. Entre éstos cabe destacar el del Busto del Grand Condé. En el salón de Versalles se conserva un relieve en el que Luis XIV aparece de un modo glorioso quedando totalmente dignificado.

Puget: Milón de Crotona. Museo del Louvre. París

Girardon: Apolo y las ninfas. Palacio de Versalles


2. CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA PINTURA BARROCA

La pintura durante el Barroco se interpreta de dos modos muy diferentes, según se trate de países católicos, en los que tendrá gran importancia la Contrarreforma, o de países como Holanda, en los que ésta apenas tuvo incidencia. La mayor parte de los temas en los países de raíz católica como Italia, España, Francia y Flandes son religiosos. En este sentido la pintura sirve para difundir a los creyentes los principales dogmas de la fe católica que, tiempo antes, habían sido cuestionados por Lutero. Uno de los objetivos prioritarios será hacerlos lo más verosímiles como sea posible. Por eso abundan las escenas en las que aparece la Inmaculada, santos, los diferentes sacramentos, etc. También se ocupan de temas de índole mitológica, pero no siempre se interpretan con el rigor con el que se hizo durante el Renacimiento. 

En Holanda, el artista trabaja por encargo, posee una mayor independencia, es decir, que no necesita un mecenas, sino que realiza encargos, generalmente procedentes de la burguesía. En este país predominan los retratos, especialmente los de grupo, los bodegones, los paisajes y las escenas cotidianas que reflejan los hogares y la vida íntima y acomodada de los burgueses que encargan el cuadro. En este sentido son una buena fuente para conocer el entorno de la vida burguesa.

Jacob van Ruysdael: Vista de Haarlem

La belleza sana y equilibrada que tanto preocupó y que tanto persiguieron los artistas del Renacimiento no es en absoluto un objetivo para la pintura barroca. El pintor barroco no rehusa la plasmación en sus cuadros de la vejez, la fealdad, la deformidad, lo trágico, las reacciones violentas y lo dramático de las cosas con el mayor naturalismo posible. José Antonio Maravilla afirma en su obra La cultura del Barroco lo siguiente: “A diferencia de la serenidad que busca el Renacimiento, el Barroco busca conmover e impresionar, directa e inmediatamente, acudiendo a una intervención eficaz sobre el resorte de las pasiones. (…) La eficacia de afectar, esto es, en despertar, en conmover los afectos, es la gran razón del Barroco. (…) Hay que aceptar la presencia de las fuerzas irracionales en los hombres, sus movimientos afectivos, conocerlos, dominar sus resortes y aplicarlos convenientemente, canalizando su energía hacia los fines que se preceden”. En definitiva, a través de las emociones, el cuadro barroco trata de convencer.

La luz es uno de los elementos más importantes del cuadro. Dirigida y concentrada, se crean fuertes contrastes entre los espacios iluminados y los que permanecen en la oscuridad, al tiempo que ayuda a construir los volúmenes. Con ella se intensifica el dramatismo y se enfatiza todo aquello que se quiere resaltar de un modo especial. La luz ejerce, en muchas ocasiones, un papel selectivo. 

Caravaggio: La cena de Emaús. Pinacoteca de Brera. Milán

Los cuadros barrocos están llenos de movimiento, de violentos escorzos, predominan las diagonales y líneas curvas. Se busca frecuentemente la captación de un instante, la fugacidad del momento, plasmar el punto culminante de un hecho o de una acción que muchas veces no cabe, literalmente hablando, en el lienzo: queda recortada sugiriendo que, más allá de las dimensiones del cuadro, ésta prosigue. Se pretende que el espectador participe de la obra, se veía inmerso en ella, lo cual se consigue introduciendo un personaje dentro del cuadro que mira, más bien que increpa, al espectador creando un intenso nexo de unión entre la obra y quien la contempla, tal y como hace Caravaggio en El entierro de Cristo.

El color adquiere una gran importancia. Se prefieren las tonalidades intensas y dramáticamente contrastadas.


3. ITALIA

3.1. Caravaggio y sus seguidores

En Italia existieron dos corrientes bien diferentes que están representadas por sendos grupos de pintores. Por un lado, una corriente naturalista o realista, encabezada por Caravaggio, que plasma las cosas con absoluta fidelidad y otra clasicista, dentro de la cual sobresalen los hermanos Carracci. Dos corrientes que luego serán interpretadas de muy diversa manera en los diferentes países europeos.

Caravaggio (1573-1610) posee una de las biografías más turbulentas de la Historia del Arte: hombre problemático, de difícil carácter, enemigo acérrimo de Carracci, acusado de asesinato y perseguido por la Justicia teniendo que huir por ello de Roma. Podemos decir que, con su forma de pintar, revolucionó este arte. Sus primeros pasos dentro de la pintura los dio en Lombardía. Más tarde fue a Roma, donde completó su aprendizaje. Es, ante todo, además de un gran naturalista, el creador del tenebrismo, que se basa en los intensos contrastes entre luz y sombra, de tal modo que las partes que quedan iluminadas dentro del cuadro destacan especialmente sobre las que no lo están. Las luces dirigidas suelen atravesar el lienzo, como podemos ver en La vocación de San Mateo, obra espléndida en la que la luz que entra violentamente por una ventana cayendo sobre aquellos que van a ser convertidos a la fe de Dios. Los personajes que protagonizan sus obras están sacados de la calle, son gente del pueblo disfrazada de santos, personajes bíblicos o sabios. Entre sus primeras obras está Baco, pintado en 1595, en los Uffizi de Florencia. En ella se detiene en la captación de las diferentes calidades: la transparencia de la copa que sujeta en sus manos, la piel nacarada y satinada del dios, la blancura de la tela que lo cubre y la naturaleza muerta sobre la mesa. Más tarde pintó el rostro terrorífico de La Medusa, Los jugadores de cartas y Las adivinas, estas dos últimas son escenas de género que pretenden reflejar un instante de la vida real. A partir del año 1599 la mayor parte de su producción artística es de temática religiosa, como La conversión de san Pablo, de clara estructura circular, La cena de Emaús y La muerte de la Virgen.

La pintura de Caravaggio impresionó a muchos artistas que trataron de seguir su estilo y especialmente, su manera de jugar con las luces y las sombras. Entre los más importantes seguidores de Caravaggio destaca Orazio Gentileschi (1563-1639). Nació en Pisa y se inició como artista pintando frescos con Agostino Tassi. En el Museo del Prado se conserva una de las obras más interesantes de este pintor: Moisés rescatado de las aguas. Junto a él trabajó su hija, Artemisia (1597-1654), autora de Susana y los viejos, una de sus obras más sobresalientes. 


3.2. Los Carracci y sus seguidores

En Bolonia aparecen los grandes antagonistas de la pintura de Caravaggio: los Carracci. Los integrantes de esta familia eran tres: Annibale (1560-1609) y Agostino (1557-1602), que eran hermanos, y Ludovico (1555-1619), primo de éstos. Durante bastante tiempo tuvieron un estudio en común, más tarde, pusieron una academia en la que se daban cita los más importantes artistas de Bolonia, quienes se encargarán de establecer la continuidad de la pintura italiana más clásica. En 1593 Annibale Carracci pintó La Virgen con san Juan y santa Catalina, en la que es obvia la influencia de Correggio y de Rafael y, en general, de la pintura veneciana, como también podemos observar en La crucifixión y El bautismo de Cristo. Su obra más importante es sin duda la decoración mural de la galería del Palacio Farnesio, plena de falsas arquitecturas que emplea para organizar los espacios, de figuras de dioses extraídos de la mitología clásica para cuya realización es muy posible que se inspirase en la Capilla SixtinaAnnibale Carracci creó una nueva manera de entender el paisaje, un tanto idealizado y sometido por el ser humano. Sus pinturas paisajísticas ejercerán una gran influencia sobre Claudio de Lorena o Poussin. Un bello ejemplo de paisaje en Carracci es La huida a Egipto.

Carracci: Galería del Palacio Farnesio. Roma

Además de temas religiosos y mitológicos desarrolló la pintura de género: La carnicería y El hombre con mono, en la que el retrato alcanza el grado de sátira y se aproxima a la caricatura gracias al dominio del dibujo, que en la pintura de Annibale Carracci prevaleció sobre el color como muestra de Clasicismo.

Los Carracci tuvieron un importante número de seguidores que dominaron la técnica del fresco. Domenichino (1581-1641) es un excelente fresquista y un buen heredero del legado artístico de los Carracci. Tenía una manera muy personal de sugerir la profundidad que anuncia a los grandes fresquistas italianos, aunque sin llegar a equipararse a su maestría a la hora de fingir espacios. Gozó de una gran fama en su tiempo y dejó una amplia producción artística. Guido Reni (1575-1642) en un primer momento estuvo interesado por el estilo de Caravaggio, como vemos en algunas de sus primeras obras. Tal es el caso de La crucifixión de san Pedro. Reni es un gran clasicista que demostró tener una sensibilidad especial para representar la luz que envuelve a los ángeles, confiriéndoles un aspecto irreal (Los ángeles tocando instrumentos de la capilla de Santa Silvia). Estaba dotado de excelentes aptitudes para el dibujo y brilla de manera especial en temas mitológicos como Hipómenes y Atalanta, en el Museo del Prado.

Guido Reni: Hipómenes y Atalanta. Museo del Prado. Madrid


3.3. Los grandes fresquistas del Barroco italiano

 Los grandes fresquistas del Barroco italiano se especializaron en la representación de edificios que el espectador contempla de abajo a arriba, lo cual genera una gran sensación de indefinición, de espacio que continúa en profundidad de manera ilimitada.

Guercino y Lanfranco anuncian la llegada de un buen número de excelentes fresquistas. Durante los últimos años del siglo XVII y los primeros del siglo XVIII se desarrolló enormemente en Italia la pintura al fresco en edificios que se habían construido en épocas anteriores. 

Giovanni Lanfranco (1582-1647) fue enemigo absoluto de Domenichino y estuvo eclipsado por su obra durante bastante tiempo. Se dedicó, sobre todo, a los frescos (Camera degli eremiti del Palacio Farnesio, la Virgen de la Gloria de Sant'Andrea della Valle, etc.). 

Giovanni Francesco Barbieri, conocido como il Guercino (1591-1666) pintó los frescos de un buen número de palacios e iglesias. Trabajó en Roma desde 1621. En sus frescos los personajes parecen volar sobre nosotros en lo que es un auténtico alarde de dominio de la perspectiva.

Pietro da Cortona sobresalió en el campo de la arquitectura pero también lo hizo en el de la pintura. Sus primeros frescos no fueron, tal y como se creía hasta hace poco, los de la iglesia de Santa Bibiana, sino los de la Villa Muti, en Frascati y los del Palacio Mattei, realizados en torno a 1622, en los que podemos apreciar ya un estilo claramente formado que va a continuarse en el resto de sus obras. Se desprende, por su fidedigna representación, un verdadero conocimiento de aquello que pinta: las arquitecturas, los objetos, las esculturas, etc. Entre 1633 y 1639 pintó los frescos del techo del Palacio Barberini y los del Palacio Pitti, las obras por las que más se le conoce y las que más interés van a despertar en los muchos pintores que siguen su estilo.

El más importante y representativo de los pintores de este tipo es el Padre Pozzo (1642-1709) que dejó una gran obra: la decoración de las cubiertas de la iglesia de Sant'Ignazio, en Roma. De ella sobresale la alegoría misionera de los Jesuitas que se desarrolla en medio de un impresionante escenario que nos demuestra hasta qué punto domina la perspectiva.

El estilo veneciano y las aportaciones de Pietro da Cortona fueron fusionadas por Luca Giordano (1634-1705). Trabajó en múltiples lugares de Italia y durante diez años en España. Estudió la pintura de maestros como Rubens, Rembrandt, Ribera, Rafael o Veronés. Entre sus obras más importantes se encuentran los frescos de Santo Martino en Nápoles y de la bóveda del Casón del Buen Retiro en Madrid.

Luca Giordano: Frescos de la bóveda del Casón del Buen Retiro. Madrid


4. PINTURA BARROCA EN EUROPA

4.1. Flandes: Peter Paul Rubens


Rubens nació en Siegen, Westfalia, en el año 1577. Más tarde se trasladó con su familia a Colonia, en donde estuvo hasta 1587. Siendo muy joven entró en el taller de Adam van Noort y más tarde en el de Othon van Veen. En 1600 viajó a Italia, no sólo para formarse, sino también para realizar algunos trabajos que le habían encargado los Gonzaga en la ciudad de Mantua. Se movió por las diferentes ciudades italianas y más tarde se dirigió a España como embajador de los Gonzaga obsequiando al rey Felipe III con una colección de copias de los grandes maestros italianos.

Luego regresó a Roma, donde se puso en contacto con la Antigüedad clásica y más tarde a Amberes, ya que su madre estaba gravemente enferma. Tuvo numerosos alumnos como Jan Brueghel, Velours y Van Dyck. En 1618 alcanza su madurez como pintor con la obra El rapto de las hijas de Leucipo y las veintiuna pinturas de la vida de María de Medici para el palacio de Luxemburgo en París.

En 1626 la vida le vuelve a dar un importante revés al morir su esposa Isabel, con la que se había casado en 1609. Entristecido por este hecho se decidió a ir a Londres como diplomático, lo que motivó su regreso a España para entrevistarse con Felipe IV en 1628. Murió en 1640 aquejado de gota.

El gran número de viajes que realizó le permitió conocer ampliamente el panorama pictórico y aunar múltiples influencias para crear un estilo personal en el que distinguimos la preferencia por los colores cálidos, las anatomías femeninas generosas de pieles nacaradas, características también de la pintura veneciana y más concretamente, de Tiziano, y el Clasicismo de Rafael y de los Carracci. Se convirtió en uno de los puntos de referencia más importantes para los pintores románticos, especialmente para los franceses que veían en él una exaltación del color en detrimento del dibujo que tanto habían defendido los neoclásicos.

Géricault afirmaba de él: "Su principal cualidad consiste en el empuje prodigioso, es decir, en la prodigiosa vitalidad". Se trata de un pintor que refleja en sus obras la vitalidad, el dinamismo y, en otros casos, cuando la escena lo requiere, un intenso dramatismo.

Cultivó con igual maestría la pintura religiosa que la mitológica, de la que se pretende una extraordinaria sensualidad.

También fue un hábil retratista, como podemos ver en su propio Autorretrato y en los de El duque de Lerma y de Helena Fourment, en los que, además de permitirnos conocer la situación social del retratado, nos aproxima a su psicología.

De sus cuadros de temática religiosa destacan El Descendimiento de la cruz, en la Catedral de Amberes, en el que la luz se concentra en el cuerpo de Cristo y en la sábana con la que se le va a envolver, al tiempo que describe una clara línea diagonal que se convierte en el eje compositivo del cuadro. Se trata de una escena plena de dramatismo, de tensión y de emoción que busca conmover y exaltar la fe de quien lo observa.

Su obra La Anunciación está influida por las obras de Caravaggio y de Tintoretto. La Virgen retrocede atemorizada ante la presencia del ángel, envuelto por un paño rojo que parece flotar, dando sensación de ingravidez.

Fue muy hábil pintando temas de carácter mitológico, en los que repite el mismo esquema femenino que tanto se habría de popularizar: mujeres rubias de anatomías rotundas y de pieles sonrosadas.

Las tres Gracias es una de las obras que mejor ilustra esta idea y una de las más conocidas de Rubens. Las Gracias están bastante lejos de las que pintó Rafael, mucho más serenas y estilizadas. Todos los lienzos relativos a la vida de María de Medici, a la que retrató, siguen un tratamiento de carácter mitológico, puesto que aparece rodeada de deidades clásicas.

Rubens: Las tres Gracias. Museo del Prado. Madrid

Rubens: Retrato de María de Medici. Museo del Prado. Madrid

El rapto de las Sabinas y El rapto de las hijas de Leucipo demuestran su interés por las tonalidades cálidas, el movimiento y el dramatismo. Delacroix decía de Rubens que era un pintor que prefería "las formas excesivas y desenfrenadas". Tabién pintó alguna obra paisajística como El paisaje con Filemón y Baucis.


4.2. Otros pintores flamencos: Van Dyck y Jordaens

Antonio Van Dyck (1599-1641) es una de las personalidades más interesantes de la pintura flamenca del siglo XVII, especialmente por ser uno de los mejores retratistas del Barroco flamenco. Trabajó en Inglaterra al servicio de Jacobo I y más tarde fue a Italia, donde conoció la pintura veneciana y boloñesa. Vivió en Génova durante un tiempo y luego regresó a Amberes, pero se instaló definitivamente en Inglaterra como retratista de Carlos I. Los retratos de Van Dyck se caracterizan porque en ellos supo reconocer todo el refinamiento, el distanciamiento y la elegancia de los personajes a los que representó. Será absolutamente decisivo en el posterior nacimiento y desarrollo de la retratística inglesa del siglo XVIII. De sus retratos afirman Pierre y Galienne Francastel: "lo esencial consiste en que la figura ya no constituye necesariamente el eje de simetría absoluto en relación al campo de la tela. Ya sea desplazándose en el sentido lateral, ya sea que un animal o una figura secundaria ocupen al costado la distancia que separa el borde del cuadro, esto permite al espacio circundante organizarse sobre el costado libre y no ya detrás de la figura como si fuera detrás de una pantalla parcial". Entre sus más bellos retratos está El rey Carlos I de cacería, en la que nos muestra al monarca dando un paseo seguido de su caballerizo y su caballo. Representa las texturas de las telas con una fidelidad asombrosa y da al retratado una elegancia y una serenidad no exenta de la naturalidad que pocos retratistas consiguieron. El retrato del cardenal Bentivoglio lo realizó durante su estancia en Italia y en él ensaya algunos aspectos que se convertirán en una constante en el resto de sus retratos. En el Museo del Prado conservamos algunos de ellos como el de El grabador Paul de Pont. También pintó obras de temática religiosa, pero no es el campo en el que mejor se desenvolvió. Tal es el caso de La coronación de espinas y Los desposorios místicos de santa Catalina.

Van Dyck: Retrato de Carlos I de Inglaterra. Museo del Prado. Madrid

Jacob Jordaens (1593-1678) apenas salió de su país, donde se formó. Trabajó durante un tiempo con Rubens y su estilo le influyó notablemente. Si de Van Dyck hemos afirmado que supo plasmar en su obra la elegancia y la distinción de la aristocracia, de Jordaens podemos decir que se interesó fervientemente por lo popular. Fue el encargado de llevar a cabo la decoración de La Torre de la Parada, pintó para la reina Cristina de Suecia y finalizó los encargos de Rubens que, tras su muerte, habían quedado pendientes. Una de sus obras más interesantes es Los tres músicos ambulantes en la que podemos observar la ejecución abocetada pero segura, así como la abundante masa pictórica que emplea: Jordaens es, en este sentido, un pintor muy innovador. 


Jordaens: Tres músicos ambulantes. Museo del Prado. Madrid


4.3. La pintura barroca holandesa: Rembrandt

Rembrandt van Rijn (1606-1669) es una de las grandes figuras de la pintura universal. Nació en Leyden, en un ambiente humilde, era hijo de un molinero, pero el hecho de que demostrase ciertas habilidades hizo que sus padres le permitiesen asistir a la universidad de esta ciudad. Trabajó en el taller de diversos pintores, algunos de ellos bastante mediocres. En 1624 entró en el de Pieter Lastman, integrante de una corriente de pintores admiradores de Caravaggio, aficionados a los contrastes de luz y sombra. En 1634 se casó con Saskia van Uylenenburg, sobrina de su marchante y modelo para muchas de sus obras. En ese momento ya se encontraba en Amsterdam, donde empezó a tener gran éxito como pintor, especialmente como retratista, que fue la actividad que más beneficios económicos le reportó. En 1656 se inicia un período de declive. Murió en 1669 solo, olvidado e incomprendido. 

Rembrandt es un pintor tan polifacético, que merece la pena analizarlo a través de los distintos campos que cultivó. 

El retrato es una de las facetas en las que más destreza demostró, especialmente en el retrato colectivo. En 1632 el doctor Tulp le encargó un retrato que él tituló La lección de anatomía del doctor Tulp. Este cuadro sobrepasa la simple galería de retratados que constituían otras obras de las mismas características y se convierte en una escena en la que los retratados aparecen realizando lo que podría ser una actividad bastante habitual para ellos: el doctor Tulp disecciona un cadáver rodeado por todos sus alumnos, que muestran gran interés por lo que está haciendo su preceptor, excepto dos de ellos, en el fondo, que invitan al espectador a entrar en la escena mirándole. La ronda de noche es otro retrato colectivo, una de las obras sobre las que más se ha discutido. Se cree que se trata de la compañía de milicianos comandada por Frans Banning Cocq. En este cuadro no se ha respetado la jerarquía de los personajes. 

Rembrandt: La lección de anatomía del doctor Tulp. Mauritshuis. La Haya

Rembrandt se autorretrató en numerosas ocasiones (aproximadamente cien), él solo o con su esposa Saskia, lo cual demuestra que debía de sentir un interés especial por su propio rostro, al que veremos evolucionar y envejecer paulatinamente (la vejez es algo que tiene cabida dentro de su obra y que le interesa de un modo especial, como demuestra el retrato que hace de su madre). El denominador común de todos ellos es la plácida y al tiempo penetrante mirada que atrapa al espectador, le involucra y le interroga. Juega con los contrastes lumínicos, pero sin la violencia de Caravaggio o Ribera. Su luz es dorada y envuelve los objetos con dulzura, los acaricia creando ambientes misteriosos y acogedores. 

Rembrandt: Autorretrato como el apóstol San Pablo. Rijksmuseum. Amsterdam

Rembrandt: La madre de Rembrandt como la profetisa Ana. Rijksmuseum. Amsterdam

Realizó obras de carácter mitológico como El rapto de Ganímides y Danae. También cultivó las obras de carácter religioso, fue un gran conocedor de la cultura bíblica y judía. En las obras en las que recrea escenas del Antiguo Testamento se detiene, especialmente, en los ropajes y los entornos. Una de sus obras de temática religiosa más bella es La Adoración de los pastores, una escena íntima envuelta en una luz cálida y dorada. 

Hizo paisajes (Paisaje con castillo) de naturalezas desbordadas e inhóspitas. Se inspiró en los paisajes que le rodeaban: los molinos, los bosques y los campos, que interpretaba de un modo personal.

Rembrandt: El puente de piedra. Rijksmuseum. Amsterdam 

Hizo algunas naturalezas muertas como El buey desollado. En este cuadro se adelanta al Impresionismo, no sólo por la técnica de pincelada suelta y pastosa, sino también por la intención: pintó varias veces el mismo tema para analizar cómo variaba con los cambios de luz, verdadera protagonista del cuadro, que se desliza por la carne mórbida del buen desollado. 

Rembrandt es uno de los más importantes autores de grabados, una de las facetas que más popularidad le dará posteriormente. Fue un gran incomprendido en su época. Comenzó a despertar interés y a ser valorado en el siglo XIX por autores como Daumier o Delacroix. 


4.4. Otros representantes holandeses: Frans Hals, Vermeer de Delft, Ruysdael y Heda

Sería verdaderamente interminable hablar de todos los pintores destacados que trabajaron en Holanda durante el siglo XVII, por lo cual hemos preferido ocuparnos de los que más sobresalieron en cada uno de los distintos géneros pictóricos.

Frans Hals (1580-1666) es uno de los grandes retratistas. Se estableció en Harleem, el lugar en que ejecutó su primer retrato, fechado en 1611. Fue autor de muchos de los retratos de grupo que se ejecutaron en esta ciudad, entre ellos el de Las regentas del asilo de ancianos de Harleem (1664). Más tarde hace retratos de una figura única para personajes notables de la ciudad. Su estilo era rápido, colorista, inmediato y abocetado. Pintó mendigos, niños y personajes de la calle en los que demuestra mayor frescura y viveza que en los retratos que hizo para los notables.

Frans Hals: El flautista. Museo de Goteborg

Vermeer de Delft (1632-1675) maneja la luz con una maestría inusitada, sobre todo en los interiores, de los que sabe recoger la sensación de intimidad y placidez de la acomodada vida burguesa. Son escenas gratas y refinadas. Su pincelada es minuciosa y detallista, de tal modo que consigue plasmar la realidad de una manera casi fotográfica y absolutamente objetiva. En El vaso de vino refleja la sensación del tiempo que ha sido congelado. En una estancia en la que cada detalle del mobiliario ha sido captado con una fidelidad asombrosa, mientras son acariciados por la luz, un hombre sujeta una jarra de vino para rellenar la copa que está apurando una mujer. En El estudio del artista un pintor retrata a una mujer vestida de la musa de la Historia: Clio. Otras obras suyas son La bordadora y El oficial y la muchacha riendo. Pintó bellos paisajes como La vista de Delft, considerado por Marcel Proust como el cuadro más bello del mundo. En la misma línea que Vermeer de Delft está Peter Hooch.

Vermeer de Delft: La alegoría de la Historia o El estudio del artista. Kunsthistorisches Museum. Viena

Vermeer de Delft: Vista de Delft. Mauritshuis. La Haya

Jacob van Ruysdael (1628-1682) es uno de los mejores paisajistas de la pintura holandesa junto con Hobbema, el cual tiene una manera más serena y apacible de entender la naturaleza. En sus paisajes la línea del horizonte está bastante baja y los cielos nublados, en los que más tarde se inspirarán algunos de los paisajistas románticos ingleses como Constable. Durante los primeros años de sus carrera hizo múltiples aguafuertes, técnica que conocía bastante bien. Uno de sus más bellos cuadros paisajísticos es El molino de Wijk. Además de Hobbema y Ruysdael sobresalen en la pintura paisajística Van de Velde y Avercamp, el pintor de las escenas invernales con patinadores.

Willem Claesz Heda (ca. 1594-1682) es uno de los grandes bodegonistas que dio Holanda en el siglo XVII. Se complace en la representación de las calidades y de las diferentes texturas de los objetos, que prácticamente constituyen el único protagonista de su obra. De él se conservan algunas obras en el Museo del Prado.


4.5. La pintura francesa: el Naturalismo

Junto con las escuelas que ya hemos analizado, la pintura francesa es una de las más importantes del siglo XVII. Como sucedió en Italia, en Francia nos encontramos dos corrientes diferentes, por un lado el Naturalismo, que sigue el influjo de Caravaggio, y por otro lado el Clasicismo, más próximo a la estética de los Carracci. 

Jean de la Boulogne (1594-1632), llamado Valentín, es uno de los pintores barrocos más importantes. Antes del año 1614 se documenta su presencia en Roma, donde entró en contacto con la pintura de Caravaggio. De él aprendió a jugar con los contrastes de luz y sombra. Los protagonistas de sus cuadros son, por lo general, personajes populares (La buenaventura).

El pintor más destacado, sin duda, de esta corriente en Francia es George la Tour (1593-1652). Nació en Lorena, región que, probablemente, nunca abandonó. El mayor problema ha sido determinar de dónde procede la influencia de Caravaggio palpable en sus obras. Quizá le llegó a través de Utrech, en donde existió una importante escuela de tenebrosas, la escuela de Jean Le Clere, un discípulo del pintor italiano. Entre sus obras más interesantes se encuentran Magdalena penitente y La Adoración de los pastores, en la cual refleja con verdadera maestría la rusticidad y la simplicidad de los campesinos, cuyos rostros son rescatados de la oscuridad únicamente gracias a la cálida luz de una vela que da a la escena un carácter muy teatral. Esta luz íntima y concentrada caracteriza la mayor parte de sus obras como podemos ver también en La Magdalena penitente.

Georges la Tour: Magdalena penitente. Museo del Louvre. París

Los hermanos Le Nain, entre los que sobresale Louis (1588-1648) que posiblemente vivió en Roma, plasman en sus obras campesinos y gente de humilde extracción social que son representados con grandes dosis de dignidad, como vemos en su obra Campesinos ante su casa.

Louis Le Nain: Campesinos ante su casa. Museo de San Francisco


4.6. El Clasicismo en Francia: Poussin, Claudio de Lorena, Philippe de Champaigne y Charles le Brun

Nicolas Poussin (1594-1665) es el máximo exponente de la pintura clasicista en Francia, aunque trabajase en Roma durante la mayor parte de su vida. Formó parte de los círculos intelectuales más importantes de este país y, en concreto, de Roma. Rechazó la pintura de Caravaggio pero fue un gran seguidor de la de Rafael, que en aquel momento era el símbolo por excelencia del Clasicismo y de Giulio Romano. Poussin no sólo se limitó a ejercer la pintura, sino que además se preocupó por ella a nivel teórico. Era un hombre de una gran cultura y de amplios conocimientos filosóficos. Sus obras son a menudo complejas y serán estudiadas hasta en sus más mínimos detalles; nada es fortuito o casual en ellas. Esta complejidad se acentúa en las obras de temática mitológica (La Bacanal), que es el género en el que mejor se supo desenvolver. También se interesó por los temas religiosos, aunque en menor medida (Noli me tangere). El paisaje se convierte en el protagonista de algunos de sus cuadros. Se trata de un paisaje idealizado, en el que predominan las colosales arquitecturas clásicas bañadas por una luz dorada. En ellos abundan las líneas rectas y las composiciones sencillas, que contribuyen a crear una sensación de equilibrio (Orfeo y Eurídice y Paisaje con edificios).

Poussin: Bacanal. Museo del Prado. Madrid

Este interés barroco por el paisaje culmina en la figura de Claudio de Lorena (1600-82) que lo convierte en el argumento fundamental de su obra. Claudio de Lorena pasó la mayor parte de su vida en Roma, donde conoció a Agostino Tassi, el cual le introdujo en la tradición paisajística. A él se debe la creación de una nueva forma de entender el paisaje, especialmente en las horas del ocaso y del amanecer, con una luz decadente que descubre arquitecturas clásicas, pero menos ordenadas que las de Poussin. Coloca en primer término los edificios y los árboles y, al fondo, la línea del horizonte, consiguiendo de este modo una gran sensación de profundidad. La figura del ser humano queda empequeñecida ante la grandiosidad de la naturaleza y se convierte en algo accesorio. Capta magistralmente bien la luz que se refleja en las aguas y que va a inspirar a los paisajistas ingleses, a Corot y a los propios impresionistas. Acis y Galatea y El puerto de mar, son algunas de sus obras más importantes. 

Claudio de Lorena: Embarco de Santa Paula. Museo del Prado. Madrid


Dentro del Clasicismo se hallan dos de los retratistas más significativos de la pintura francesa del siglo XVII: Philippe de Champaigne y Charles le Brun. Philippe de Champaigne (1602-1674) fue muy querido por Luis XIII, al que retrató en repetidas ocasiones, y por Richelieu. Sus retratos son de una verosimilitud increíble y de aguda penetración psicológica. El exvoto fue pintado como ofrenda para la recuperación de su hija, religiosa de Port Royal, afectada por una parálisis. 

Charles le Brun (1619-1690) fue quien se encargó bajo el reinado de Luis XIV de dirigir la Real Academia de Bellas Artes de París que contribuyó, entre otras cosas, a uniformar el gusto y a imponer una serie de criterios que debían ser seguidos por los artistas de aquel momento. Fue un gran  defensor del predominio del dibujo sobre el color, que suponía el enfrentamiento de Poussin, máximo representante del dibujo, con Rubens, representante del color. 


5. LA PINTURA ROCOCÓ

5.1. La pintura rococó francesa

La pintura rococó, en líneas generales, prefiere los colores pasteles y brillantes y los temas frívolos e intrascendentes, detrás de los que se puede esconder, muy soterradamente, una intención crítica e incluso maliciosa que, mordazmente, pone en tela de juicio la doble moral de las clases sociales preponderantes. Será frecuente encontrar lienzos con escenas mitológicas que decoran las rocas estancias de las residencias de la aristocracia. Los más importantes pintores del Rococó francés son Boucher, Watteau y Fragonard.

François Boucher (1703-1770) cultivó, además de la pintura, el grabado. En 1727 se trasladó a Italia, en donde estudió de un modo especial la pintura de Correggio. A su regreso a Francia ingresó en la Academia de París gracias a su obra Reinaldo y Arminda. A partir de aquí su fama creció, recibiendo así importantes encargos, como los muchos retratos que hizo de Madame de Pompadour. Decoró castillos (Crécy y Bellevue), dirigió la fábrica de tapices de Beauvais, ilustró libros y diseñó escenografías: fue un artista tremendamente polifacético. La toilette y El descanso de Diana son algunas de sus obras más bellas, virtuosas y coloristas que se detienen en los brillos de las superficies satinadas de las telas, en las que se pintan los objetos refinados y lujosos de las que los personajes de la aristocracia se rodearon durante el Rococó. 

François Boucher: Lección de Música. Museo del Louvre. París

Jean Antoine Watteau (1684-1721) admiraba la pintura de Rembrandt y Rubens. Formó parte de la Academia desde 1717 gracias a su obra El embarco a Cieterea. El tema más característico de su pintura es el de las fiestas galantes que tienen lugar en inmensos escenarios naturales con una atmósfera muy especial. Nos muestra las grandes fiestas sociales del momento como si de grandes representaciones teatrales se tratase, no en vano el teatro fue otro de los temas que más veces representó (Cómicos franceses y Gilles).

Jean Honoré Fragonard (1732-1806), siguiendo los pasos de Boucher, comenzó a pintar escenas galantes. Más tarde, durante su viaje a Italia, se desertó en él un gran interés por los jardines. A partir de 1760 se dedicó a pintar escenas galantes o de cortejo para los miembros de la aristocracia, en las que se puede hallar una fuerte carga de erotismo sobreentendido. Su obra más conocida es El columpio que hoy se considera la más emblemática del Rococó, en la que la vegetación inunda el cuadro y está presente también en la tela del vestido de la mujer, que es columpiada por un hombre, posiblemente su marido, mientras que escondido entre la vegetación, la contempla otro misterioso personaje.


Fragonard: El columpio. Colección Wallace. Londres


5.2. La pintura rococó en Italia

En Italia -sobre todo en Venecia, de la que nos vamos a ocupar especialmente- el Rococó experimentó un impresionante desarrollo que está representado por un nutrido grupo de pintores, especialmente por la dinastía de los Tiepolo.

Giambattista Tiepolo (1696-1770) está, como todos los pintores venecianos de los que ya hemos hablado, interesado de una manera especial por el color. Así sus pinturas se caracterizan precisamente por sus colores encendidos y su enorme libertad para organizar los espacios. Los temas mitológicos y alegóricos están tratados con desenfado, teatralidad y frivolidad. Pintó frescos y lienzos de gran formato. En esto recuerda inevitablemente a otro pintor veneciano: Veronés. En su vida disfrutó de una fama inmensa que le llevó a trabajar para diferentes cortes europeas, entre las que se encuentra España.

Giambattista Tiepolo: Santiago, patrón de España. Museo de Budapest. Hungría


De su ingente producción artística es bastante complicado elegir las obras más representativas, puesto que la mayor parte de ellas son de una enorme calidad. Señalaremos algunas como Escenas de la vida de Marco Antonio y Cleopatra en el Palacio de Labbia de Venecia, El carro del sol, en el techo del palacio Clerici de Milán y La apoteosis de la monarquía española en el Palacio Real de Madrid. Con él pintaron en múltiples ocasiones sus hijos, grandes continuadores de su obra: Giandomenico y Lorenzo Tiepolo.

El otro polo de la pintura veneciana en el siglo XVIII lo representan Canaletto, Guardi y Longhi, grandes paisajistas venecianos.

Canaletto (1697-1768) pintó paisajes como si fuesen grandes escenografías en las que su máxima preocupación era la luz y los valores atmosféricos, pero sin apartarse del dibujo preciso. La protagonista indiscutible de sus cuadros es la ciudad de Venecia y sus canales, que aproximadamente un siglo más tarde, fascinará a los impresionistas. En la misma línea se encuentran Guardi y Longhi

Antonio Canaletto: Venecia. Palacio Ducal


5.3. La pintura inglesa en el siglo XVIII

Los principales representantes de la pintura inglesa durante el siglo XVIII son Hogarth, Gainsborough y Reynolds, los cuales van a cultivar especialmente el género del retrato. Algunos de los más importantes pintores ingleses fueron, además, decisivos teóricos.

William Hogarth (1697-1794) se inspiró en la pintura holandesa, francesa, la renacentista y el grabado. En su arte se expresó desde un primer momento su gusto por la sátira (Recepción de la condesa, Matrimonio a la moda). Fue un gran observador de su tiempo dotado de un agudo sentido crítico. Su avanzada mentalidad le llevó a proponer al parlamento inglés la votación de una ley que llevaba su nombre -Ley Hogarth- para evitar que se copiasen e ilustrasen grabados sin la autorización previa de su autor. Creó un nuevo tipo de retrato, en el que el personaje retratado aparece cargado de heroísmo y dignidad (El capitán Coram). 

Thomas Gainsborough (1721-1788) fue un gran retratista, en este sentido, se adecua a la gran demanda de cuadros de este género que reclamaba la sociedad inglesa del momento. Sus retratos se sitúan delante de fondos con arquitecturas y bellos paisajes, fieles a la realidad, y minuciosos en la captación de los detalles, pero sobre todo de las telas. Algunos de sus más bellos retratos son los de sus hijas y el de El señor y la señora Andrews. También cultivó el paisaje al que supo infundir la particular elegancia que caracterizó todas sus obras, tal es el caso de El abrevadero, según Horace Walpole "el más hermoso paisaje que había sido pintado en Inglaterra".

Gainsborough: Mr. y Mrs. Andrews. National Gallery. Londres

Joshua Reynolds (1723-1792) tomó como punto de partida la pintura renacentista italiana y los retratos de Rembrandt, sobre todo, en lo que a aspectos cromáticos se refiere. Fue el primer presidente de la Royal Academy, recién fundada. Pintó obras como Nelly O'Brien y El retrato del teniente coronel Tarleton. Sobresalió en el género de retrato. Los personajes de sus lienzos posan de un modo sencillo y natural, casi espontáneo, pero dotados de una gracia y elegancia especial.


El carácter del barroco

Creador de un estilo personal nada convencional que alcanzaría un meteórico predicamento en la escena artística y religiosa de la pintura italiana y europea, marcado por una técnica violentamente lumínica y, sobre todo, por un radical e innovador naturalismo, transgresor del sólido pero a la vez inmovilizado decoro de la cultura clásica, Michelangelo Merisi (1571-1610), conocido como el Caravaggio, irrumpió en el ambiente romano de finales del siglo XVI, con una obra que ya en vida del artista fue considerada revolucionaria, admirada y valorada aun en su repudio. De carácter poco convencional, proclive al exceso, en ocasiones bronco y violento, estuvo sumergido en la Roma popular y callejera, sórdida y tabernaria, cuyos bajos fondos vive entre continuos desórdenes y problemas con la justicia, lo que le debió suministrarle no sólo tipos, también argumentos que de algún modo sustanciaron, con rigor y sistema, su quehacer artístico.

(BÉRCHEZ,  J. Arte del Barroco, 1998)


A FONDO

LA RONDA DE NOCHE
REMBRANDT

La ronda de noche es uno de los cuadros sobre los que más se ha escrito a lo largo de la Historia del Arte, y es posible que sea, además, la obra más célebre de Rembrandt. Se trata de un retrato colectivo de los dieciocho miembros que integraban la compañía de arcabuceros de Amsterdam, al mando de la cual se encontraba el capitán Frans Banning Cocq. Junto a ellos podemos contemplar a un buen número de personajes cuya identidad se desconoce. La obra recoge el momento preciso en que el capital indica a su lugarteniente, Claesrdingen, que dé la orden de iniciar la marcha.

El cuadro sufrió una trágica mutilación en el año 1715, puesto que se recortaron sus cuatro lados. Sobre este aspecto existen varias tesis. La primera sostiene que fue trasladado de la sala en que se reunían los arcabuceros a un reducido espacio entre dos puertas en la sala del consejo de guerra, en el Municipio de Amsterdam.

Otra teoría afirma que el retrato no fue del gusto de quienes lo encargaron, por lo que lo metieron en un lugar húmedo, probablemente en un trastero, en el que se deterioraron los bordes del lienzo. De este modo, cuando la obra se recuperó, estos debieron ser cortados ya que parecían irrecuperables. Afortunadamente se conoce cómo pudo ser la obra en un principio gracias a dos copias del siglo XVII: una acuarela y un óleo. Sin embargo, determinar las dimensiones exactas continúa siendo un cometido bastante complicado.

No encaja demasiado dentro del esquema de los retratos tradicionales de grupo, muy frecuentes en Holanda. Hasta el siglo XVI este tipo de retratos exigía que se respetase rigurosamente una disposición de las figuras según la jerarquía de las mismas. Es decir, que cada uno de los retratados debía de ocupar un puesto concreto y cuidadosamente preestablecido.

De esta manera, el retrato de grupo holandés se compone de una serie de rostros absolutamente estáticos para cuya elaboración el autor veía muy limitadas sus posibilidades de operar libremente. Sin embargo, en este cuadro la última impresión que se obtiene tras su observación es la de estar ante un grupo de personajes que posan para un retrato. Se mueven, inconscientes de que serán retratados, con bastante libertad.

La idea de movimiento se acentúa gracias al gran número de líneas diagonales que existen en el lienzo y que se entremezclan formando un verdadero enjambre compositivo. Tras el aparente caos se esconde una composición que ha sido racional y cuidadosamente diseñada.

El colectivo que protagoniza La ronda de noche carece de elementos cohesionadores, cada personaje actúa por iniciativa propia y de acuerdo a su propio destino. Los personajes se distribuyen en torno a dos figuras que se encuentran en el centro trazando dos líneas y verticales y que introducen con ello una nota de estabilidad: el capitán Frans Banning Cocq y Claerdingen, vestidos uno de negro con un echarpe rojo y el otro de beige con un echarpe blanco; los personajes más serenos y conscientes de su posición de todo el cuadro.

La luz proviene de la izquierda e ilumina selectivamente a unos personajes dejando en la penumbra a otros (este recurso se volverá a emplear en otros retratos posteriores de otros pintores como El retrato de la familia de Carlos IV de Goya). Uno de los personajes más iluminados es la niña que se desplaza atravesando la escena y lleva un gallo colgado en la cintura. En realidad, más que estar iluminada, parece que es ella misma quien irradia la luz, esa luz dorada que acaricia los objetos y que es tan característica de los cuadros de Rembrandt.

Es este uno de los personajes más misteriosos de toda la obra. Según Haverkamp-Begemann, en un estudio realizado en el año 1982, la niña podría simbolizar la vigilancia y el gallo tendría sentido, porque según él, esta compañía de arcabuceros tenía una pata de gallo en su estandarte. En cualquier caso, Rembrandt la ha querido destacar del resto de los retratados y subrayar su posible naturaleza abstracta.

También se les atribuye un sentido simbólico o emblemático a tres figuras que aparecen en segundo plano, dos de ellas son retratos de personajes verdaderos, mientras que la otra aparece con el rostro totalmente en sombra. Ellos son los encargados de mostrarnos las tres fases canónicas del uso del mosquetón: el de la izquierda lo carga, el del medio dispara y el último lo limpia soplando para eliminar los restos de la pólvora.

Existe otro elemento que contribuye a acentuar la sensación de caos: el ruido. En el cuadro podemos observar y casi escuchar mosquetones que se disparan, un hombre que toca enérgicamente un tambor e, incluso, un perro que ladra.

Según una serie de restauraciones que se han venido realizando desde el año 1946, el contraste en luz y sombra no debió de ser tan intenso en el cuadro tal y como lo pintó Rembrandt y, por lo tanto, no se trataría de una escena nocturna, nombre que se le dio bastantes años después de ser pintado.  

La ronda de noche debe ser interpretada como una obra portadora de un mensaje relativo al cuerpo de arcabuceros mucho más profundo de cuanto se acostumbraba a hacer en aquella época. Representa, además, el momento en que el artista reivindica su propia libertad creativa sin tener que someterse a las normas prefijadas.




GLOSARIO

Apolo y Dafne
Es una de las metamorfosis que cita Ovidio en la obra del mismo nombre. Dafne, ninfa hija del río Peneo, fue castigada por los dioses, de tal modo que si Apolo la llegaba a tocar se convertiría en árbol de laurel, como así sucedió y como queda magistralmente reflejado en la escultura de Bernini o en un cuadro de Pollaiuolo.

San Andrés
Era uno de los apóstoles de Jesucristo. Según cuenta la tradición, murió en una cruz en forma de aspa con la que suele identificársele. En otras ocasiones le podemos encontrar portando una concha o una barca.

Naturalismo
Con este término designamos todas aquellas manifestaciones artísticas en las que se representan las cosas con la mayor fidelidad posible a la realidad. Esto implica que la fealdad y la vejez tienen cabida dentro del arte. El naturalismo es el polo opuesto del idealismo.

El realismo de Caravaggio
Llega a tal extremo que para pintar La muerte de la Virgen, tomó como modelo el cadáver de una mujer ahogada en las aguas del Tíber, el río que atraviesa Roma. Por eso es posible apreciar en el cuerpo de la Virgen el vientre prominentemente hinchado.

Hipómenes y Atalanta
Atalanta es una hábil cazadora que persiguió al jabalí Calidón. Lo hacía con tal rapidez que se atrevió a desafiar a cualquier varón a competir con ella, de tal modo que, si éste perdía, debería morir. Sólo Hipómenes pudo salir airoso de este reto. Ambos convertidos en dos leones, acabarían tirando del carro de la diosa Cibeles.

San Ignacio de Loyola
Es el fundador de una de las órdenes más importantes de todo el Barroco; los Jesuitas, que lucharon intensamente contra las herejías durante el período contrarreformista. Suele aparecer vestido con ornamentos litúrgicos. Una de las representaciones más célebres de este santo es la que realizó el Padre Pozzo.

El rapto de las hijas de Leucipo
Es una de las obras más notables de Rubens. Fue pintada en 1616. En ella los tonos claros de las pieles de las hijas de Leucipo, contrastan con los colores tostados de los guerreros que las están raptando. En primer término un centauro se alza sobre las patas traseras y describe otra diagonal, al tiempo que acentúa la sensación de inestabilidad y agitación de este cuadro.

Retrato colectivo
En aquella época las compañías y las agrupaciones tenían la costumbre de encargar a los artistas retratos en los que aparecieran los miembros que las integraban. En realidad no tenían otra función que la de inmortalizar a los integrantes de las mismas.

Rembrandt
Era protestante y conocía muy bien los textos bíblicos, que debió releer en múltiples ocasiones. Le gusta tratar de imaginar de qué manera se desarrollaron los pasajes de la Biblia, de qué modo reaccionaban los personajes que los protagonizaron. Algunos de los cuadros más interesantes de temática bíblica son Jeremías prevé la destrucción de Jerusalén, El sacrifico de Isaac o El festín de Baltasar.

Clio
Es la musa de la Historia. Aparece con una corona de laurel, una trompeta en una mano y el texto de Tucídides en la otra.

Bodegón
Se llama de esta manera a los cuadros cuyos protagonistas son elementos tales como frutas, verduras, piezas de caza, etc. Muchas veces son un pretexto para que el pintor demuestre su gran dominio de la técnica deteniéndose en las diferentes calidades de los objetos. Durante el Barroco se pintó un gran número de bodegones. En nuestro país los más conocidos son los de Zurbarán.

Citerea
Es una isla del Mediterráneo, entre Creta y la península del Peloponeso, en la que se rendía culto a Afrodita, diosa del amor. Es por esto por lo que se convierte en una inspiración para pintores rococó como Watteau, el cual exaltó en sus cuadros el amor galante.

CITAS

"Para lograr un efecto de iluminación intensa se acentúa el contraste entre los tonos oscuros y los claros (técnica conocida como claroscuro) lo que a su vez incrementa el sentido dramático. Rembrandt lo utilizó profusamente aunque fue especialidad del pintor tenebrosa Caravaggio".
F. Malins

"Las imágenes desnudas son peligrosas para las almas de muchos, ya que trabajar los desnudos es una acción que mueve el pensamiento, no sólo del artista, sino del espectador."
Pietro da Cortona

"Nunca empresa alguna, por muy desmesurada que fuera en cantidad y variedad de temas, ha superado mi valor".
Pedro Pablo Rubens

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