Tiempo después de su muerte, los restos de Alejandro fueron depositados en un gran mausoleo en Alejandría, el Soma, cuya localización sigue siendo un enigma
LA MOMIA DE ALEJANDRO MAGNO
El emperador romano Augusto contempla el cuerpo momificado del legendario caudillo macedonio en su tumba de Alejandría. Grabado sobre óleo por François Schommer. Siglo XIX. Museo de Bellas Artes, París.
En el siglo IV d.C., en plena disputa entre cristianos y paganos, Juan Crisóstomo, el célebre y locuaz patriarca de Constantinopla, retaba a sus adversarios a que le indicaran dónde estaba la tumba de Alejandro Magno. Los cristianos sabían bien que el fundador de su religión había sido enterrado en Jerusalén, en el lugar donde acababa de erigirse la iglesia del Santo Sepulcro, pero la tumba del mayor héroe de la Antigüedad parecía haberse desvanecido de la faz de la tierra, o al menos de Alejandría, la ciudad que había acogido sus restos siglos atrás. Desde entonces, la localización del sepulcro de Alejandro se convirtió en uno de los enigmas más frustrantes de la historia, pese a la tenaz búsqueda de decenas de arqueólogos y exploradores.
Las fuentes antiguas relatan con gran detalle los funerales de Alejandro Magno. Tras su muerte en Babilonia en 323 a.C., en circunstancias confusas _hubo incluso rumores de envenenamiento_, su cadáver fue cuidadosamente embalsamado y se organizó un impresionante cortejo funerario para trasladarlo a Macedonia. Sin embargo, Ptolomeo I, un poderoso general de Alejandro, desvió la comitiva y decidió retener el cadáver del gran conquistador macedonio en Egipto. Con ello pretendía legitimar su poder sobre el país del Nilo, que había convertido en su nuevo reino.
ALEJANDRO EN SU LECHO DE MUERTE, EN BABILONIA. ÓLEO POR DOMENICO INDUNO. SIGLO XIX.
Los restos de Alejandro permanecieron un tiempo en Menfis, la antigua capital del Egipto faraónico. Quizá se colocaron en el magnífico sarcófago de piedra destinado al último faraón egipcio, Nectanebo II, que había quedado vacío después de que su futuro ocupante huyera a Etiopía cuando los persas invadieron Egipto en el año 343 a.C.
El sarcófago se hallaba en Saqqara, la necrópolis de Menfis. Estaba dentro de un edificio dedicado al dios Serapis, que se levantaba junto a un templo de Nectanebo. Ante este templo se erguían una serie de estatuas de piedra caliza que representaban a sabios griegos, entre los que tal vez figuró Aristóteles, el maestro de Alejandro. Este grupo de estatuas, dispuestas en semicírculo, podría haber custodiado simbólicamente un santuario de cierta importancia, como la tumba del soberano macedonio.
Entre los años 290 y 280 a.C., Ptolomeo II, el hijo y sucesor de Ptolomeo I en el trono de Egipto, hizo trasladar los restos a Alejandría, la ciudad que había fundado Alejandro. Allí, el célebre conquistador fue objeto de un culto religioso que contaba con sus propios sacerdotes. De hecho, un hermano de Ptolomeo, Menelao, se convirtió en el primer sumo sacerdote del culto de Alejandro en la ciudad. A partir de 272 a.C., el sacerdocio de Alejandro se menciona en decretos y contratos emitidos por los Ptolomeos; al parecer, la persona que lo ocupaba _siempre perteneciente a las familias más ilustres de la ciudad_ era inviolable y quedaba libre de todas las obligaciones cívicas.
CATAFALCO DE ALEJANDRO MAGNO. RECONSTRUCCIÓN SEGÚN DIODORO. MEDIADOS DEL SIGLO XIX.
Un mausoleo para Alejandro
Hacia 215 a.C., Ptolomeo IV cambió la ubicación de la tumba. Construyó un gran mausoleo llamado Sema o Soma _"tumba" y "cadáver", en griego_, y allí instaló los restos mortales de Alejandro junto con los de sus propios antepasados. Fue en aquel recinto donde personajes ilustres de época romana visitaron a Alejandro: Julio César, Augusto, posiblemente también Germánico (sobrino nieto de Augusto) y los emperadores Calígula, Vespasiano, Tito, Adriano, Séptimo Severo y Caracalla. Sabemos muy poco acerca de las características del mausoleo final de Alejandro. El grandioso monumento se hallaba en el centro de la ciudad, muy cerca de las dos arterias que definían el trazado urbano de la capital. En cuanto a su estructura, probablemente estuvo influido por grandes obras casi contemporáneas, como el gran mausoleo de Halicarnaso, una de las Siete Maravillas de la Antigüedad. Según algunas referencias, el Soma de Alejandro se encontraba dentro de un recinto amurallado que también contenía las tumbas en forma de pirámide de los primeros Ptolomeos. Poseía un gran altar muy similar al de Pérgamo _hoy en el Museo de Berlín_ y contaba con una cripta en la que se exponía el cadáver embalsamado de Alejandro. Se conservaba dentro de un sarcófago de oro que fue saqueado durante una revuelta en el año 89 a.C. y se reemplazó por otro de cristal.
EL OASIS DE SIWA
En la década de 1990, la arqueóloga griega Liana Souvaltzi pretendió haber hallado la tumba perdida de Alejandro en el oasis egipcio de Siwa. En realidad se trataba de un templo erigido un siglo después de la muerte del conquistador.
El mausoleo de Alejandro sufrió los efectos de la turbulenta historia de Alejandría. Desde mediados del siglo III d.C., la ciudad fue escenario de repetidas guerras, sublevaciones y disturbios populares que causaron importantes destrucciones, especialmente en el barrio del Brucheion, donde se hallaba el Soma. Pese a ello, no puede descartarse que el mausoleo de Alejandro se mantuviera en pie a mediados del siglo IV. En el año 361, el historiador Amiano Marcelino parece referirse a él cuando menciona "el espléndido templo del Genio", si es que el "genio" o guardián tutelar de la ciudad puede identificarse con el propio Alejandro.
MAUSOLEO DE HALICARNASO
Al parecer, la tumba de Alejandro Magno se inspiró en la del rey Mausolo de Halicarnaso, de la que aquí se muestra una recreación.
CRONOLOGÍA
BABILONIA, MENFIS, ALEJANDRÍA
323 a.C.
Alejandro Magno muere en Babilonia a los 33 años, tras contraer unas fiebres. Su vasto imperio queda en manos de sus generales.
321-320 a.C.
El cadáver embalsamado de Alejandro es trasladado a Egipto y enterrado en el Serapeo de Saqqara, en Menfis.
290-280 a.C.
Ptolomeo II traslada el cuerpo de Alejandro a Alejandría. En 215 a.C. Ptolomeo IV erige un gran mausoleo para enterrarlo.
89 a.C.
Ptolomeo X saquea la tumba de Alejandro, el Soma, y roba el sarcófago de oro y los tesoros del conquistador.
365 d.C.
Un terremoto y el consiguiente maremoto destruyen numerosos edificios en Alejandría, entre ellos tal vez el Soma.
CAMAFEO CON LA EFIGIE DE ALEJANDRO.
¿Destruido por un terremoto?
En el año 365 tuvo lugar un terremoto seguido de un maremoto, fenómenos que tuvieron repercusiones catastróficas sobre toda la ciudad y que quizá borraron la localización precisa de la tumba. Si el mausoleo se salvó de este desastre quizá no superó la oleada de destrucciones de templos y símbolos paganos que se desató en tiempos del emperador Teodosio el Grande, a finales del siglo IV.
LA COLUMNA DE POMPEYO
Se cree que en este lugar se alzó el Serapeo, uno de los monumentos más destacados de Alejandría junto con el mausoleo de Alejandro.
Sabemos, en efecto, que las tumbas cristianas encabezadas por el fanático patriarca de Alejandría, Teófilo, arrasaron el Serapeo y otros santuarios paganos y convirtieron en iglesias lugares como el Cesareo, un templo dedicado a Julio César. Sin embargo, resulta significativo que cuando las fuentes hablan de este episodio no mencionen concretamente el Soma, lo que se puede interpretar como una clara señal de que el monumento ya había pasado a la historia.
La conquista de Alejandría por los musulmanes en el año 642 trajo consigo una transformación completa del relieve urbano, de modo que entonces desapareció cualquier rastro del mausoleo de Alejandro que se hubiera conservado. Pese a ello, no dejaron de circular teorías sobre la localización de la célebre tumba, que algunos situaban en el emplazamiento de la mezquita de Dul Qarnain (un misterioso personaje que aparece en el Corán y que algunos identificaban con Alejandro), cerca de una de las puertas de la ciudad. El historiador árabe al-Masudi, del siglo X, quizá se refería a ese lugar cuando hablaba de un modesto edificio llamado "La tumba del profeta y del rey Eskender".
VISITANTES FAMOSOS
ROMA SE INCLINA ANTE ALEJANDRO
Cuando Egipto se convirtió en una provincia de Roma, los visitantes que llegaban a Alejandría acudían al mausoleo de Alejandro, como hicieron varios emperadores. Consta que Julio César visitó el Soma ya en 45 a.C., mientras residía en Alejandría para apoyar a la reina Cleopatra.
EL SARCÓFAGO DE ALEJANDRO
Perteneciente en realidad al rey Abdalónimo de Sidón, sus relieves representan diversas batallas del conquistador macedonio.
Quince años más tarde, Augusto también acudió a rendir homenaje al conquistador macedonio. Puso una corona de oro sobre la momia, aunque, según una anécdota recogida por Dion Casio, al tocarla le rompió la nariz. Cuando sus acompañantes le ofrecieron visitar las tumbas de los Ptolomeos, replicó: "He venido a ver un rey, no cadáveres".
De Calígula se contaba que durante su visita a la sepultura no dudó en apropiarse de la coraza de oro de Alejandro. En el año 200 d.C., Severo ordenó sellar el acceso a la tumba, en vista de su deterioro. Su hijo Caracalla fue el último visitante imperial que recibió Alejandro, en el año 215. El emperador depositó allí, como tributo, su anillo y su cinturón.
En busca de Alejandro
A comienzos del siglo XVI, el viajero judeo-español León el Africano sitúa la tumba de Alejandro en una pequeña capilla en medio de las ruinas del antiguo centro de Alejandría. Los viajeros europeos del siglo XVIII vieron que un pequeño santuario en el patio de la mezquita Atarina (construida sobre la antigua iglesia de San Atanasio) era venerado por la población local como la tumba de Alejandro Magno, tradición que pareció quedar confirmada a finales de siglo cuando dos miembros de la expedición napoleónica a Egipto descubrieron en el lugar un imponente sarcófago de granito gris. Sin embargo, unos años después el desciframiento de la escritura jeroglífica por Champollion permitió leer las inscripciones del sarcófago y se comprobó que pertenecía en realidad a Nectanebo II.
USHEBTI DE NECTANEBO II EN FAYENZA AZUL. SIGLO IV A.C. MUSEO EGIPCIO, TURÍN.
NECRÓPOLIS DE MUSTAFÁ PACHÁ
La tumba 2 de esta necrópolis alejandrina presenta muchas similitudes con las tumbas macedonias de Vergina, como el dintel pintado.
La búsqueda obsesiva de la tumba de Alejandro continuó a lo largo del siglo XIX. El propio descubridor de Troya, Heinrich Schliemann, visitó Alejandría en 1888 con el objetivo de encontrar sus restos bajo la mezquita del profeta Daniel (Nabi Daniel), pero las autoridades religiosas locales le denegaron el permiso de excavación. Poco después, un tal Joannides pretendió haber descubierto las tumbas de Alejandro y Cleopatra en una necrópolis ptolemaica y llegó a afirmar que en las puertas de bronce de las tumbas constaban los nombres de sus ocupantes. Quizás el más célebre de los buscadores fue Stelios Komoutsos, un camarero que a mediados del siglo XX decidió dedicar todos sus ahorros a esta empresa, llegando a solicitar de las autoridades nada menos que hasta 322 peticiones de excavación por toda la ciudad. Pero ninguno de estos intentos ha dado fruto. El misterio de la tumba de Alejandro sigue intacto.
Alejandría, la ciudad de las catacumbas
LA BÚSQUEDA de la tumba de Alejandro Magno ha estimulado la exploración del subsuelo de Alejandría, donde se han hallado numerosas tumbas helenísticas y romanas. En 1901 salió a la luz de forma casual el hipogeo más importante de la antigua capital egipcia: las catacumbas de Kom el-Shugafa, "montaña de cascotes" en árabe, nombre que se debe a los numerosos fragmentos de cerámica que se hallaron en sus inmediaciones. La construcción, datada en el siglo II d.C., consta de tres niveles excavados en la roca. El más bajo se inundó y resulta inaccesible en la actualidad, mientras que el superior consiste en una rotonda con una abertura central, provista de un triclinio que sugiere que ese espacio se utilizaba para celebrar banquetes funerarios. Una pequeña escalera conduce al segundo nivel, que se muestra en la fotografía. Es aquí donde se construyó la tumba, decorada con motivos que reflejan la mezcla de culturas y religiones típica de la Alejandría romana: relieves de serpientes barbudas que sostienen el caduceo del dios Hermes y están tocadas con la doble corona faraónica y el símbolo de Dioniso, los dioses Anubis y Sobek vestidos al modo romano, hojas de parra, cabezas de Medusa, pinturas de tema egipcio realizadas en estilo grecorromano...
LA TUMBA DE ALABASTRO
EL SHATBY, LA ÚLTIMA CANDIDATA
A principios del siglo XX se descubrieron en la necrópolis de El Shatby, en Alejandría, los restos de una tumba del siglo III a.C., de estilo macedonio hecha en alabastro y cubierta por un túmulo de tierra. En 1964, tras un primer estudio por Evaristo Breccia, Achille Adriani, director del Museo Grecorromano de la ciudad, emprendió una excavación en profundidad.
Adriani postuló de inmediato que se trataba de la tumba de Alejandro. En su opinión, la estructura de alabastro era el vestíbulo que llevaba (a través de una segunda puerta que ya no existe) a una cámara interior, la del sarcófago, donde descansaba el cuerpo del conquistador macedonio.
El arqueólogo y novelista Valerio Massimo Manfredi ha publicitado mucho esta identificación de la llamada "tumba de Alabastro", pero la mayoría de expertos la rechaza. Así, el profesor El Fakharani, de la Universidad de Alejandría, que ha excavado más de cuarenta años en el lugar, cree que aunque la tumba formara parte de un cementerio real no se puede probar que fuese la del legendario monarca.
DOS SIGLOS BUSCANDO A CIEGAS
Desde finales del siglo XVIII, numerosos exploradores y arqueólogos han intentado localizar algún resto del mítico mausoleo de Alejandro Magno apoyándose en tradiciones y leyendas que se mantuvieron vivas tras la conquista árabe de Alejandría. La búsqueda se ha centrado en el área donde se cree que se alzaba el Soma, junto a la actual mezquita de Nabi Daniel, pero no se ha hallado nada.
LA CIUDAD DE ALEJANDRÍA FUE FUNDADA EN 331 A.C. POR ALEJANDRO MAGNO Y DISEÑADA POR EL ARQUITECTO DINÓCRATES CON LAS CALLES EN FORMA DE CUADRÍCULA.
¿La sepultura de Alejandro? Según la mayoría de autores clásicos, el mausoleo del fundador de Alejandría se encontraría en el barrio real, cerca del teatro y de Cesareo.
1800 Mezquita Atarina.
En el patio interior de esta antigua mezquita alejandrina, que los locales llaman "la tumba de Alejandro", los miembros de la expedición napoleónica de 1798 hallaron un enorme sarcófago de granito. Los británicos se hicieron con él y en 1801 lo enviaron al Museo Británico, en Londres, donde el estudio de los jeroglíficos permitió descubrir que perteneció a Nectanebo II. Algunos investigadores creen que en este sarcófago reposó el cuerpo de Alejandro cuando fue traído desde Menfis, antes de ser trasladado a su sepultura definitiva en el Soma.
SARCÓFAGO DE GRANITO DEL FARAÓN NECTANEBO II, HALLADO EN LA MEZQUITA ATARINA. MUSEO BRITÁNICO, LONDRES.
1850 Mezquita de Nabi Daniel.
En 1823, Mohamed Alí edificó cerca de la deteriorada mezquita Atarina otra dedicada al profeta Daniel, en un lugar que desde el siglo XI era conocido como "la colina del cuerpo". En 1850, un empleado del consulado ruso en Egipto recorrió parte del complicado laberinto de túneles que discurren bajo la mezquita y al salir dijo haber visto un sarcófago de cristal en el que yacía un cuerpo humano coronado con una diadema. Poco después, un guía local llamado Ambroise Schilizzi aseguró haber visto también bajo la mezquita el ataúd donde reposaba Alejandro.
1960 Kom el-Dikka.
Cerca de la mezquita de Daniel se halla la necrópolis grecorromana de Kom el-Dikka, donde se alzaba una iglesia llamada Iglesia de Alejandro. A finales del siglo XIX se llevaron a cabo algunas prospecciones, pero el gobierno egipcio era reacio a dar permisos de excavación por la presencia de sepulturas de miembros de la familia real. Hacia 1960, una expedición polaca sacó a la luz restos de un odeón, baños romanos, cisternas y un barrio residencial. Pero no hay rastro de la tumba de Alejandro.
CABEZA DE MÁRMOL DE ALEJANDRO MAGNO HALLADA EN KOM EL-DIKKA. MUSEO DE ALEJANDRÍA.