martes, 30 de julio de 2019

LA TUMBA DE ALEJANDRO MAGNO: El sepulcro perdido de Alejandría

Tiempo después de su muerte, los restos de Alejandro fueron depositados en un gran mausoleo en Alejandría, el Soma, cuya localización sigue siendo un enigma

LA MOMIA DE ALEJANDRO MAGNO
El emperador romano Augusto contempla el cuerpo momificado del legendario caudillo macedonio en su tumba de Alejandría. Grabado sobre óleo por François Schommer. Siglo XIX. Museo de Bellas Artes, París.



En el siglo IV d.C., en plena disputa entre cristianos y paganos, Juan Crisóstomo, el célebre y locuaz patriarca de Constantinopla, retaba a sus adversarios a que le indicaran dónde estaba la tumba de Alejandro Magno. Los cristianos sabían bien que el fundador de su religión había sido enterrado en Jerusalén, en el lugar donde acababa de erigirse la iglesia del Santo Sepulcro, pero la tumba del mayor héroe de la Antigüedad parecía haberse desvanecido de la faz de la tierra, o al menos de Alejandría, la ciudad que había acogido sus restos siglos atrás. Desde entonces, la localización del sepulcro de Alejandro se convirtió en uno de los enigmas más frustrantes de la historia, pese a la tenaz búsqueda de decenas de arqueólogos y exploradores. 

Las fuentes antiguas relatan con gran detalle los funerales de Alejandro Magno. Tras su muerte en Babilonia en 323 a.C., en circunstancias confusas _hubo incluso rumores de envenenamiento_, su cadáver fue cuidadosamente embalsamado y se organizó un impresionante cortejo funerario para trasladarlo a Macedonia. Sin embargo, Ptolomeo I, un poderoso general de Alejandro, desvió la comitiva y decidió retener el cadáver del gran conquistador macedonio en Egipto. Con ello pretendía legitimar su poder sobre el país del Nilo, que había convertido en su nuevo reino. 

ALEJANDRO EN SU LECHO DE MUERTE, EN BABILONIA. ÓLEO POR DOMENICO INDUNO. SIGLO XIX.


Los restos de Alejandro permanecieron un tiempo en Menfis, la antigua capital del Egipto faraónico. Quizá se colocaron en el magnífico sarcófago de piedra destinado al último faraón egipcio, Nectanebo II, que había quedado vacío después de que su futuro ocupante huyera a Etiopía cuando los persas invadieron Egipto en el año 343 a.C.

El sarcófago se hallaba en Saqqara, la necrópolis de Menfis. Estaba dentro de un edificio dedicado al dios Serapis, que se levantaba junto a un templo de Nectanebo. Ante este templo se erguían una serie de estatuas de piedra caliza que representaban a sabios griegos, entre los que tal vez figuró Aristóteles, el maestro de Alejandro. Este grupo de estatuas, dispuestas en semicírculo, podría haber custodiado simbólicamente un santuario de cierta importancia, como la tumba del soberano macedonio. 

Entre los años 290 y 280 a.C., Ptolomeo II, el hijo y sucesor de Ptolomeo I en el trono de Egipto, hizo trasladar los restos a Alejandría, la ciudad que había fundado Alejandro. Allí, el célebre conquistador fue objeto de un culto religioso que contaba con sus propios sacerdotes. De hecho, un hermano de Ptolomeo, Menelao, se convirtió en el primer sumo sacerdote del culto de Alejandro en la ciudad. A partir de 272 a.C., el sacerdocio de Alejandro se menciona en decretos y contratos emitidos por los Ptolomeos; al parecer, la persona que lo ocupaba _siempre perteneciente a las familias más ilustres de la ciudad_ era inviolable y quedaba libre de todas las obligaciones cívicas. 

CATAFALCO DE ALEJANDRO MAGNO. RECONSTRUCCIÓN SEGÚN DIODORO. MEDIADOS DEL SIGLO XIX.


Un mausoleo para Alejandro

Hacia 215 a.C., Ptolomeo IV cambió la ubicación de la tumba. Construyó un gran mausoleo llamado Sema o Soma _"tumba" y "cadáver", en griego_, y allí instaló los restos mortales de Alejandro junto con los de sus propios antepasados. Fue en aquel recinto donde personajes ilustres de época romana visitaron a Alejandro: Julio César, Augusto, posiblemente también Germánico (sobrino nieto de Augusto) y los emperadores Calígula, Vespasiano, Tito, Adriano, Séptimo Severo y Caracalla. Sabemos muy poco acerca de las características del mausoleo final de Alejandro. El grandioso monumento se hallaba en el centro de la ciudad, muy cerca de las dos arterias que definían el trazado urbano de la capital. En cuanto a su estructura, probablemente estuvo influido por grandes obras casi contemporáneas, como el gran mausoleo de Halicarnaso, una de las Siete Maravillas de la Antigüedad. Según algunas referencias, el Soma de Alejandro se encontraba dentro de un recinto amurallado que también contenía las tumbas en forma de pirámide de los primeros Ptolomeos. Poseía un gran altar muy similar al de Pérgamo _hoy en el Museo de Berlín_ y contaba con una cripta en la que se exponía el cadáver embalsamado de Alejandro. Se conservaba dentro de un sarcófago de oro que fue saqueado durante una revuelta en el año 89 a.C. y se reemplazó por otro de cristal. 

EL OASIS DE SIWA
En la década de 1990, la arqueóloga griega Liana Souvaltzi pretendió haber hallado la tumba perdida de Alejandro en el oasis egipcio de Siwa. En realidad se trataba de un templo erigido un siglo después de la muerte del conquistador.

El mausoleo de Alejandro sufrió los efectos de la turbulenta historia de Alejandría. Desde mediados del siglo III d.C., la ciudad fue escenario de repetidas guerras, sublevaciones y disturbios populares que causaron importantes destrucciones, especialmente en el barrio del Brucheion, donde se hallaba el Soma. Pese a ello, no puede descartarse que el mausoleo de Alejandro se mantuviera en pie a mediados del siglo IV. En el año 361, el historiador Amiano Marcelino parece referirse a él cuando menciona "el espléndido templo del Genio", si es que el "genio" o guardián tutelar de la ciudad puede identificarse con el propio Alejandro. 

MAUSOLEO DE HALICARNASO
Al parecer, la tumba de Alejandro Magno se inspiró en la del rey Mausolo de Halicarnaso, de la que aquí se muestra una recreación. 


CRONOLOGÍA
BABILONIA, MENFIS, ALEJANDRÍA

323 a.C.
Alejandro Magno muere en Babilonia a los 33 años, tras contraer unas fiebres. Su vasto imperio queda en manos de sus generales.

321-320 a.C.
El cadáver embalsamado de Alejandro es trasladado a Egipto y enterrado en el Serapeo de Saqqara, en Menfis.

290-280 a.C.
Ptolomeo II traslada el cuerpo de Alejandro a Alejandría. En 215 a.C. Ptolomeo IV erige un gran mausoleo para enterrarlo.

89 a.C.
Ptolomeo X saquea la tumba de Alejandro, el Soma, y roba el sarcófago de oro y los tesoros del conquistador.

365 d.C.
Un terremoto y el consiguiente maremoto destruyen numerosos edificios en Alejandría, entre ellos tal vez el Soma.

CAMAFEO CON LA EFIGIE DE ALEJANDRO. 


¿Destruido por un terremoto?

En el año 365 tuvo lugar un terremoto seguido de un maremoto, fenómenos que tuvieron repercusiones catastróficas sobre toda la ciudad y que quizá borraron la localización precisa de la tumba. Si el mausoleo se salvó de este desastre quizá no superó la oleada de destrucciones de templos y símbolos paganos que se desató en tiempos del emperador Teodosio el Grande, a finales del siglo IV. 

LA COLUMNA DE POMPEYO
Se cree que en este lugar se alzó el Serapeo, uno de los monumentos más destacados de Alejandría junto con el mausoleo de Alejandro.

Sabemos, en efecto, que las tumbas cristianas encabezadas por el fanático patriarca de Alejandría, Teófilo, arrasaron el Serapeo y otros santuarios paganos y convirtieron en iglesias lugares como el Cesareo, un templo dedicado a Julio César. Sin embargo, resulta significativo que cuando las fuentes hablan de este episodio no mencionen concretamente el Soma, lo que se puede interpretar como una clara señal de que el monumento ya había pasado a la historia. 

La conquista de Alejandría por los musulmanes en el año 642 trajo consigo una transformación completa del relieve urbano, de modo que entonces desapareció cualquier rastro del mausoleo de Alejandro que se hubiera conservado. Pese a ello, no dejaron de circular teorías sobre la localización de la célebre tumba, que algunos situaban en el emplazamiento de la mezquita de Dul Qarnain (un misterioso personaje que aparece en el Corán y que algunos identificaban con Alejandro), cerca de una de las puertas de la ciudad. El historiador árabe al-Masudi, del siglo X, quizá se refería a ese lugar cuando hablaba de un modesto edificio llamado "La tumba del profeta y del rey Eskender". 


VISITANTES FAMOSOS
ROMA SE INCLINA ANTE ALEJANDRO

Cuando Egipto se convirtió en una provincia de Roma, los visitantes que llegaban a Alejandría acudían al mausoleo de Alejandro, como hicieron varios emperadores. Consta que Julio César visitó el Soma ya en 45 a.C., mientras residía en Alejandría para apoyar a la reina Cleopatra.

EL SARCÓFAGO DE ALEJANDRO
Perteneciente en realidad al rey Abdalónimo de Sidón, sus relieves representan diversas batallas del conquistador macedonio.

Quince años más tarde, Augusto también acudió a rendir homenaje al conquistador macedonio. Puso una corona de oro sobre la momia, aunque, según una anécdota recogida por Dion Casio, al tocarla le rompió la nariz. Cuando sus acompañantes le ofrecieron visitar las tumbas de los Ptolomeos, replicó: "He venido a ver un rey, no cadáveres".

De Calígula se contaba que durante su visita a la sepultura no dudó en apropiarse de la coraza de oro de Alejandro. En el año 200 d.C., Severo ordenó sellar el acceso a la tumba, en vista de su deterioro. Su hijo Caracalla fue el último visitante imperial que recibió Alejandro, en el año 215. El emperador depositó allí, como tributo, su anillo y su cinturón.


En busca de Alejandro

A comienzos del siglo XVI, el viajero judeo-español León el Africano sitúa la tumba de Alejandro en una pequeña capilla en medio de las ruinas del antiguo centro de Alejandría. Los viajeros europeos del siglo XVIII vieron que un pequeño santuario en el patio de la mezquita Atarina (construida sobre la antigua iglesia de San Atanasio) era venerado por la población local como la tumba de Alejandro Magno, tradición que pareció quedar confirmada a finales de siglo cuando dos miembros de la expedición napoleónica a Egipto descubrieron en el lugar un imponente sarcófago de granito gris. Sin embargo, unos años después el desciframiento de la escritura jeroglífica por Champollion permitió leer las inscripciones del sarcófago y se comprobó que pertenecía en realidad a Nectanebo II.

USHEBTI DE NECTANEBO II EN FAYENZA AZUL. SIGLO IV A.C. MUSEO EGIPCIO, TURÍN.


NECRÓPOLIS DE MUSTAFÁ PACHÁ
La tumba 2 de esta necrópolis alejandrina presenta muchas similitudes con las tumbas macedonias de Vergina, como el dintel pintado.

La búsqueda obsesiva de la tumba de Alejandro continuó a lo largo del siglo XIX. El propio descubridor de Troya, Heinrich Schliemann, visitó Alejandría en 1888 con el objetivo de encontrar sus restos bajo la mezquita del profeta Daniel (Nabi Daniel), pero las autoridades religiosas locales le denegaron el permiso de excavación. Poco después, un tal Joannides pretendió haber descubierto las tumbas de Alejandro y Cleopatra en una necrópolis ptolemaica y llegó a afirmar que en las puertas de bronce de las tumbas constaban los nombres de sus ocupantes. Quizás el más célebre de los buscadores fue Stelios Komoutsos, un camarero que a mediados del siglo XX decidió dedicar todos sus ahorros a esta empresa, llegando a solicitar de las autoridades nada menos que hasta 322 peticiones de excavación por toda la ciudad. Pero ninguno de estos intentos ha dado fruto. El misterio de la tumba de Alejandro sigue intacto. 



Alejandría, la ciudad de las catacumbas

LA BÚSQUEDA de la tumba de Alejandro Magno ha estimulado la exploración del subsuelo de Alejandría, donde se han hallado numerosas tumbas helenísticas y romanas. En 1901 salió a la luz de forma casual el hipogeo más importante de la antigua capital egipcia: las catacumbas de Kom el-Shugafa, "montaña de cascotes" en árabe, nombre que se debe a los numerosos fragmentos de cerámica que se hallaron en sus inmediaciones. La construcción, datada en el siglo II d.C., consta de tres niveles excavados en la roca. El más bajo se inundó y resulta inaccesible en la actualidad, mientras que el superior consiste en una rotonda con una abertura central, provista de un triclinio que sugiere que ese espacio se utilizaba para celebrar banquetes funerarios. Una pequeña escalera conduce al segundo nivel, que se muestra en la fotografía. Es aquí donde se construyó la tumba, decorada con motivos que reflejan la mezcla de culturas y religiones típica de la Alejandría romana: relieves de serpientes barbudas que sostienen el caduceo del dios Hermes y están tocadas con la doble corona faraónica y el símbolo de Dioniso, los dioses Anubis y Sobek vestidos al modo romano, hojas de parra, cabezas de Medusa, pinturas de tema egipcio realizadas en estilo grecorromano...


LA TUMBA DE ALABASTRO
EL SHATBY, LA ÚLTIMA CANDIDATA

A principios del siglo XX se descubrieron en la necrópolis de El Shatby, en Alejandría, los restos de una tumba del siglo III a.C., de estilo macedonio hecha en alabastro y cubierta por un túmulo de tierra. En 1964, tras un primer estudio por Evaristo Breccia, Achille Adriani, director del Museo Grecorromano de la ciudad, emprendió una excavación en profundidad.

Adriani postuló de inmediato que se trataba de la tumba de Alejandro. En su opinión, la estructura de alabastro era el vestíbulo que llevaba (a través de una segunda puerta que ya no existe) a una cámara interior, la del sarcófago, donde descansaba el cuerpo del conquistador macedonio. 

El arqueólogo y novelista Valerio Massimo Manfredi ha publicitado mucho esta identificación de la llamada "tumba de Alabastro", pero la mayoría de expertos la rechaza. Así, el profesor El Fakharani, de la Universidad de Alejandría, que ha excavado más de cuarenta años en el lugar, cree que aunque la tumba formara parte de un cementerio real no se puede probar que fuese la del legendario monarca.


DOS SIGLOS BUSCANDO A CIEGAS

Desde finales del siglo XVIII, numerosos exploradores y arqueólogos han intentado localizar algún resto del mítico mausoleo de Alejandro Magno apoyándose en tradiciones y leyendas que se mantuvieron vivas tras la conquista árabe de Alejandría. La búsqueda se ha centrado en el área donde se cree que se alzaba el Soma, junto a la actual mezquita de Nabi Daniel, pero no se ha hallado nada. 

LA CIUDAD DE ALEJANDRÍA FUE FUNDADA EN 331 A.C. POR ALEJANDRO MAGNO Y DISEÑADA POR EL ARQUITECTO DINÓCRATES CON LAS CALLES EN FORMA DE CUADRÍCULA.

¿La sepultura de Alejandro? Según la mayoría de autores clásicos, el mausoleo del fundador de Alejandría se encontraría en el barrio real, cerca del teatro y de Cesareo.


1800 Mezquita Atarina.
En el patio interior de esta antigua mezquita alejandrina, que los locales llaman "la tumba de Alejandro", los miembros de la expedición napoleónica de 1798 hallaron un enorme sarcófago de granito. Los británicos se hicieron con él y en 1801 lo enviaron al Museo Británico, en Londres, donde el estudio de los jeroglíficos permitió descubrir que perteneció a Nectanebo II. Algunos investigadores creen que en este sarcófago reposó el cuerpo de Alejandro cuando fue traído desde Menfis, antes de ser trasladado a su sepultura definitiva en el Soma.

 SARCÓFAGO DE GRANITO DEL FARAÓN NECTANEBO II, HALLADO EN LA MEZQUITA ATARINA. MUSEO BRITÁNICO, LONDRES.

1850 Mezquita de Nabi Daniel.
En 1823, Mohamed Alí edificó cerca de la deteriorada mezquita Atarina otra dedicada al profeta Daniel, en un lugar que desde el siglo XI era conocido como "la colina del cuerpo". En 1850, un empleado del consulado ruso en Egipto recorrió parte del complicado laberinto de túneles que discurren bajo la mezquita y al salir dijo haber visto un sarcófago de cristal en el que yacía un cuerpo humano coronado con una diadema. Poco después, un guía local llamado Ambroise Schilizzi aseguró haber visto también bajo la mezquita el ataúd donde reposaba Alejandro.



1960 Kom el-Dikka.
Cerca de la mezquita de Daniel se halla la necrópolis grecorromana de Kom el-Dikka, donde se alzaba una iglesia llamada Iglesia de Alejandro. A finales del siglo XIX se llevaron a cabo algunas prospecciones, pero el gobierno egipcio era reacio a dar permisos de excavación por la presencia de sepulturas de miembros de la familia real. Hacia 1960, una expedición polaca sacó a la luz restos de un odeón, baños romanos, cisternas y un barrio residencial. Pero no hay rastro de la tumba de Alejandro. 

  CABEZA DE MÁRMOL DE ALEJANDRO MAGNO HALLADA EN KOM EL-DIKKA. MUSEO DE ALEJANDRÍA.

lunes, 29 de julio de 2019

COPTOS: Entre Cristo y Osiris

Tras ser conquistados por Roma, los egipcios adoptaron rápidamente el cristianismo sin olvidar por ello sus milenarias tradiciones faraónicas. Así nació una nueva cultura, la de los coptos o cristianos de Egipto, que ha perdurado hasta nuestros días.


EL MONASTERIO DE SAN BISHOI
La iglesia del llamado monasterio Rojo (Deir el-Ahmar) de Sohag, en el Alto Egipto, posee excepcionales frescos como éste. Siglo IV.



CRONOLOGÍA

HEREDEROS DEL EGIPTO FARAÓNICO


50 d.C.: 
En tiempos del emperador Nerón se funda la primera comunidad cristiana de Egipto en la ciudad de Alejandría

356 d.C.:
Poco después de la muerte del asceta san Antonio se funda en el desierto el primer monasterio corto, que lleva su nombre

394 d.C.:
De esta fecha data la última inscripción en escritura jeroglífica egipcia conocida, grabada en el templo de Isis en File

451 d.C.:
Tras el concilio de Calcedonia se produce la separación entre la iglesia copta y el resto de iglesias cristianas

535-537 d.C.:
El emperador bizantino Justiniano ordena clausurar el templo de Isis en File, último lugar de culto de los dioses egipcios

640 d.C.:
Egipto es conquistado por un gran ejército árabe al mando de Amr ibn al-As, un importante general que ya había tomado Jerusalén


EN LAS TUMBAS COPTAS SE HAN DESCUBIERTO TEJIDOS PERFECTAMENTE CONSERVADOS, COMO ESTA TÚNICA. MUSEO NACIONAL, RAVENA.


La arena cubría las esfinges y las estatuas de los antiguos dioses. El Islam aún no había llegado a Egipto y los minaretes todavía no se alzaban en el horizonte. Entre el final del Egipto faraónico y la llegada de los árabes transcurrieron casi setecientos años, los que van desde el siglo I al VII, en los que el valle del Nilo fue cristiano. Durante este período, Egipto formó parte del Imperio romano y del bizantino por lo que vivió de lleno la expansión del cristianismo por el Mediterráneo. Lo que queda de aquellos tiempos es una comunidad, los cristianos coptos, que hoy componen una décima parte de la población del país. 

Cuando observamos imágenes de este mundo copto, con frecuencia es fácil olvidar que estamos ante la misma cultura que creó las pirámides. Nuestro imaginario colectivo nos induce a pensar que ambos mundos, el faraónico y el cristiano, son irremediablemente ajenos entre sí. Como si una muralla los separara. Pero sus gentes hablaban la misma lengua, tenían preocupaciones similares y compartían una serie de creencias religiosas arraigadas en una práctica milenaria. A los adoradores de Re y a los de Jesús les unía una herencia ancestral común de un peso considerable. Por ello, no hay motivo para no ver el universo copto como una emanación lógica y natural del mundo que le había precedido y no como una ruptura a ese pasado. 


EL TEMPLO DE DENDERA
En el siglo V, los cristianos coptos erigieron una iglesia en el complejo de templos de Dendera, en el Alto Egipto. En la imagen, la sala hipóstila del templo de Hathor.


SAN MARCOS EN ALEJANDRÍA
Al llegar a la capital egipcia, san Marcos curó milagrosamente al zapatero Aniano, como muestra este óleo de G. Mansueti. Siglo XVI. Galería de la Academia, Venecia.


Una prueba de esta continuidad la encontramos en el mismo término "copto". Éste deriva del vocablo árabe qibt, con el cual los musulmanes que conquistaron Egipto a mediados del siglo VII se referían a los naturales del país. Sin embargo, el término árabe no era nuevo: procedía de Aigyptos, el nombre que los griegos daban a Egipto desde época micénica, en el II milenio a.C. A su vez Aigyptos procedía de Hwtkaptah, el nombre en egipcio antiguo de un importante templo de Menfis dedicado a Ptah, la divinidad que crea el mundo dándole nombre. 


ENTRE EL EGIPCIO Y EL GRIEGO. 
Derivada del egipcio antiguo, la lengua copta adoptó desde el siglo I d.C. un alfabeto compuesto por letras del alfabeto griego y algunos caracteres del demótico, una forma simplificada de la escritura jeroglífica. En la imagen, códice copto. Siglo X. Museo del Louvre, París.


Los primeros cristianos

La cristianización de Egipto fue muy rápida. La tradición señala a san Marcos como el artífice de las primeras comunidades cristianas en el siglo I. Tiene sentido que éstas aparecieran en Alejandría, la cosmopolita ciudad de la costa mediterránea donde se concentraba una considerable población de habla y cultura griegas y una importante comunidad judía. Desde allí, la nueva religión se extendió con rapidez por el valle del Nilo. Unos cincuenta años después, a comienzos del siglo II, parece que la nueva religión ya se había difundido por las zonas rurales. Dado que la población del campo suele ofrecer más resistencia a la novedad y el cambio que la de las áreas urbanas, su aceptación del cristianismo constituye una clara señal de que esta religión no se percibía como algo distante o ajeno, sino como un sistema de creencias que entroncaba con el mundo milenario anterior. El cristianismo coincidía con la antigua religión egipcia mucho más que con las creencias de griegos y romanos. Los múltiples dioses del antiguo Egipto eran aspectos diferentes de la divinidad. Esto hacía, por ejemplo, que la idea cristiana de la Trinidad, el hecho de que Dios sea a la vez una y tres personas (Dios, Jesucristo y el Espíritu Santo), encajara perfectamente con la concepción religiosa de los egipcios, dado que para ellos el número tres era el símbolo de lo plural. De ahí la peculiar forma de la cruz copta, cuyos brazos finalizan en tres puntas como referencia a la Santísima Trinidad. 


LA DIOSA ISIS, ENTRONIZADA, AMAMANTA A SU HIJO HORUS. DINASTÍA XXVI MUSEO DE HISTORIA DEL ARTE, VIENA.


Dos mitos de niños dioses

UNO DE LOS PILARES de la tradición cristiana copta es el episodio de la huida de la Sagrada Familia a Egipto, descrito en el Evangelio de san Mateo. Significativamente, la historia tiene un paralelo con la religión faraónica. Al igual que Jesús se escondió en Egipto de la furia de Herodes, el niño Horus es escondido por su madre Isis en el Delta, entre los papiros, para librarle de la crueldad de su tío Set, que ha matado a su padre Osiris.

LAS DOS TRADICIONES confluyen en El-Matareya (topónimo que probablemente deriva de la palabra latina mater, "madre"). En este lugar, unos 15 kilómetros al norte de El Cairo, aún puede verse un árbol bajo el que la tradición copta sostiene que la Virgen María amamantó a Jesús durante la huida. El árbol es un sicomoro, árbol sagrado relacionado con la diosa Isis, madre de Horus. 


LA HUIDA A EGIPTO. FRESCO PINTADO POR GIOTTO EN LA CAPILLA DE LOS SCROVEGNI, EN PADUA, ENTRE 1304 Y 1306.


Jesucristo y Osiris

Para el pueblo llano que vivía en el campo, la mayor identidad entre la antigua religión egipcia y el cristianismo se daba en las figuras sagradas y en la idea de muerte y salvación. En efecto, la historia de Jesucristo tal como se narra en los Evangelios guarda evidentes paralelismos con la de Horus, Isis y Osiris. Según la nueva religión, Jesús había nacido físicamente de una mujer, María, que lo concibió en circunstancias milagrosas y lo protegió y alimentó en su infancia. María es representada a menudo con su hijo en el regazo, ya sea sosteniéndolo o amamantándolo. Cuando el hijo creció, en sus enseñanzas hizo constantes referencias a su padre, es decir, a Dios padre. Este hijo, Jesús, trajo una nueva era al mundo: sufrió una muerte violenta (la pasión), y su resurrección posterior aseguró la victoria de sus seguidores sobre la muerte. Esta pasión es celebrada por los fieles ingiriendo el pan y el vino en los que el cuerpo sacrificado de Jesús se ha convertido. 

LA CRUZ Y EL ANKH. ESTA ESTELA DE LOS SIGLOS V-VI MUESTRA UNA CRUZ COPTA INSPIRADA EN EL SÍMBOLO DEL ANKH. MUSEO COPTO, EL CAIRO.


En la antigua religión egipcia, Horus había nacido de la diosa Isis, que lo concibió milagrosamente. En efecto, su esposo Osiris había sido asesinado y despedazado, pero Isis recuperó y recompuso sus fragmentos, les insufló vida y se unió con Osiris resucitado para concebir a Horus. En el mito egipcio, por tanto, la pasión, muerte y resurrección las experimenta el padre, no el hijo, pero ello no supone un cambio de función de la historia. La religión funeraria egipcia se basa en la superación de la muerte, un regalo que Horus concede a sus fieles para enviarlos al reino de su padre Osiris, el señor del Más Allá. Para afrontar su viaje final se preparan mediante los rituales, la sepultura y los ajuares funerarios con todo lo necesario para la vida de ultratumba, incluyendo los textos que les permitirán sortear cualquier amenaza. De este modo, en la religión egipcia, al igual que en la cristiana, al final es el hijo quien salva al creyente de la muerte y posibilita la resurrección. 

MONASTERIO DE SAN MACARIO. SITUADO EN EL WADI NATRUM, ESTE CENOBIO COPTO ESTÁ DEDICADO A UN SANTO EREMITA QUE VIVIÓ EN EL SIGLO IV. 

Para los antiguos egipcios, Osiris se identifica con el pan y la cerveza, ya que su cuerpo se convierte en alimento tras la muerte. De igual modo que su cuerpo ha sido despedazado para volver a ser reunido y poder así engendrar a su hijo Horus, el grano es molido (despedazado y muerto) para convertirse en alimento (pan y cerveza) que será ingerido por el fiel, en una práctica que es muy anterior a la versión propugnada por la religión de Jesús, pero que presenta una analogía evidente con la eucaristía cristiana. 


El misterio de la cruz

Según hemos visto, tanto en la tradición egipcia como en la cristiana la superación de la muerte conduce al disfrute de una vida ulterior. Para representar esta idea, los coptos eligieron el antiguo signo jeroglífico ankh, , que se utilizaba para escribir la palabra "vida" y el verbo "vivir". La incorporación de rasgos humanos al diseño del signo hace más evidente la identificación del fiel con la idea. En la tradición copta se grabaron una serie de estelas funerarias en las que el signo ankh tomado de la religión egipcia ancestral adopta una forma inequívocamente humana, en la que el lazo superior y los brazos de la cruz se convierten en la cabeza y los brazos del difunto. Con ello, la idea cristiana de que el difunto vivirá más allá de la muerte se hace patente por medio de la antigua expresión egipcia que significa "vida". De esta forma, ambas tradiciones religiosas muestran la continuidad de sus creencias en el destino del difunto más allá de la muerte. 


El juramento de san Shenoute

SAN SHENOUTE (348-466 d.C.), uno de los padres de la iglesia copta, estableció que los nuevos cristianos debían pronunciar el siguiente juramento: "No haré impuro mi cuerpo de ninguna manera, no robaré, no daré falso testimonio, no mentiré, no haré nada engañoso en secreto, no incumpliré mis juramentos"; si no, Dios destruiría su alma y su cuerpo en el infierno.

ALGUNOS DE LOS MAUSOLEOS QUE SE ALZAN EN LA NECRÓPOLIS COPTA DE AL-BAGAWAT, EN EL OASIS DE EL-KHARGA, EN EL DESIERTO OCCIDENTAL.

SE ENCUENTRA un paralelo de esta fórmula en el Libro de los Muertos, el documento que describe el juicio que el difunto experimenta ante Osiris. Allí, la llamada "confesión negativa" establece que el difunto debe declarar ante Osiris: "No he pecado (...), no he robado (...). no he mentido (...), no he hecho impuro mi cuerpo". Si mentía, su cuerpo y su alma serían devorados y destruidos por un ser monstruoso, Ammit.


MONASTERIO DE SAN APOLO. Una Virgen entronizada con el niño Jesús en su regazo y rodeada de apóstoles decora la parte inferior del ábside de este monasterio en Bawit, casi 350 kilómetros al sur de El Cairo. Siglo IV.


Una tradición continuada

Con cierta frecuencia, en las estelas funerarias se presenta al difunto con un gesto peculiar en el que sus brazos se alzan a ambos lados del cuerpo. Este gesto parece tener una clara continuidad con los dos brazos del jeroglífico ka, que en la milenaria lengua egipcia se usaba para hacer referencia al aliento vital del difunto, al cual los vivos rendían homenaje y entregaban las ofrendas. Este gesto tan particular, usado en contextos tan similares, hace patente que la continuidad de las creencias egipcia y cristiana en algunas cuestiones fundamentales _como las referidas a la muerte_ fue una de las bases de la rápida expansión del cristianismo en el valle del Nilo.

Hoy en día, los restos materiales de la cultura copta nos parecen totalmente ajenos a la tradición faraónica, sobre todo a causa del modo en que los coptos abandonaron las convenciones artísticas propias del antiguo Egipto. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que para los propios egipcios esto nunca fue así. Y no es de extrañar, puesto que resulta verdaderamente difícil desarraigar unas tradiciones que se encuentran ancladas en milenios de historia. 


LA SÍNTESIS DEL ARTE COPTO

Los artistas coptos realizaron obras muy diversas, desde esculturas y frescos hasta magníficos tejidos. La inspiración cristiana de estas creaciones no impide que en muchas de ellas esté presente la marca de la cultura griega, dominante en Alejandría y en el Egipto de los primeros cristianos. 

1. El Otoño
Este tejido está confeccionado con lana teñida y lino. En el centro se ha bordado un motivo pagano: el Otoño, pero con un nimbo cristiano rodeando su cabeza.



2. El Buen Pastor

Datada del siglo IV, esta estatua recrea un motivo cristiano muy recurrente: el tema de Cristo como el buen pastor que salva a las ovejas descarriadas. Museo Copto, El Cairo.



3. Estela con animales

En ella aparece el pez, animal alusivo a Cristo, y un pavo real, símbolo de la fertilidad que aquí tiene un sentido eucarístico. Museo de Luxor.



4. Afrodita saliendo del mar

Este relieve que recrea el mito del nacimiento de la diosa Afrodita de una concha marina, flanqueada por dos sirenas, muestra inspiración helenística. Siglos V-VI. Museo del Louvre, París.



5. Jonás y la ballena

Los coptos destacaron en la confección de tejidos bordados, como este fragmento en lino y lana que recrea la historia bíblica de Jonás, tragado por una ballena. Siglo V. Museo del Louvre, París